Página 84 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
que se arrepienta el corazón. El conoce todas nuestras debilidades y
flaquezas, y nos ayudará
Las tinieblas y el desánimo a veces vendrán sobre el alma y
nos amenazarán con abrumarnos; pero no debemos perder nuestra
confianza. Hemos de mantener nuestros ojos fijos en Jesús, sea que
lo sintamos o no. Debemos tratar de realizar fielmente cada deber
conocido, y entonces descansar con tranquilidad en las promesas de
Dios.
A veces un profundo sentimiento de nuestra indignidad estre-
mecerá nuestra alma con una conmoción de terror; pero esto no es
una evidencia de que Dios ha cambiado hacia nosotros o nosotros
hacia Dios. No debe hacerse ningún esfuerzo para conseguir que el
alma alcance cierta intensidad de emoción. Podemos hoy no sentir
la paz y el gozo que sentimos ayer; pero por la fe debemos asirnos
de Cristo, y confiar en él tan plenamente en las tinieblas como en la
luz.
Por la fe mirad las coronas preparadas para los que venzan, escu-
chad el canto alborozado de los redimidos: ¡Digno es el Cordero que
ha sido inmolado y nos ha redimido para Dios! Tratad de considerar
estas escenas como reales.
Si permitimos que nuestra mente se espacie más en Cristo y
en el mundo celestial, encontraremos un poderoso estímulo y un
sostén para luchar las batallas del Señor. El orgullo y el amor del
mundo perderán su poder mientras contemplamos las glorias de
aquella tierra mejor que tan pronto ha de ser nuestro hogar. Frente a
la hermosura de Cristo, todas las atracciones terrenales parecerán de
poco valor.
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Aun cuando Pablo fue finalmente confinado en una prisión ro-
mana, privado de la luz y del aire del cielo, separado de sus activas
labores en el evangelio, y momentáneamente esperando ser conde-
nado a muerte, no se rindió a la duda o al desaliento. Desde aquel
lóbrego calabozo nos llega su agonizante testimonio lleno de fe y
valor sublimes que ha inspirado los corazones de los santos y márti-
res de todas las edades sucesivas. Sus palabras describen en forma
adecuada los resultados de la santificación que hemos tratado de
presentar en estas páginas. “Porque yo ya estoy para ser sacrificado,
y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla,
he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está