Página 33 - Consejos Sobre el R

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Razones de la reforma
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cuerpos como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, que es nuestro
racional culto. Somos la obra de Dios. El salmista, al meditar en
la obra maravillosa de Dios revelada en la estructura humana, ex-
clamó: “Asombrosa y maravillosamente he sido formado”.
Salmos
139:14
, VM. Hay muchas personas que se educan en las ciencias
y se familiarizan con la teoría de la verdad, pero no entienden las
leyes que gobiernan su propio ser. Dios nos ha dado facultades y
talentos; y es nuestro deber, como hijos e hijas de Dios, hacer el
mejor uso de ellos. Si debilitamos estas facultades de la mente o
del cuerpo por medio de hábitos erróneos o por la complacencia de
un apetito pervertido, será imposible que honremos a Dios como
debiéramos.—
Christian Temperance and Bible Hygiene, 15 (1890)
.
18. Dios exige que el cuerpo le sea presentado como sacrificio
vivo, no como sacrificio muerto o moribundo. Las ofrendas de los
antiguos hebreos debían ser sin tacha, ¿y será agradable para Dios
aceptar una ofrenda humana llena de enfermedad y corrupción? El
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nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo; y nos
exige que cuidemos este templo, a fin de que sea una habitación ade-
cuada para su Espíritu. El apóstol Pablo nos da esta amonestación:
“No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio; glorifi-
cad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales
son de Dios”.
1 Corintios 6:19, 20
. Todos deben ser muy cuidadosos
para preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, a
fin de que puedan rendir a Dios un servicio perfecto, y cumplir su
deber en la familia y en la sociedad.—
Christian Temperance and
Bible Hygiene, 52, 53
;
Counsels on Health, 121 (1890)
.
Una ofrenda despreciable
19. Debe obtenerse conocimiento con respecto a cómo comer,
beber y vestirse como para preservar la salud. La enfermedad es
causada por la violación de las leyes de la salud; es el resultado de
infringir las leyes de la naturaleza. Nuestro primer deber, un deber
que tenemos para con Dios, hacia nosotros mismos y con nuestros
semejantes, es obedecer las leyes de Dios, que incluyen las leyes de
la salud. Si estamos enfermos, imponemos una carga cansadora a
nuestros amigos y nos descalificamos para cumplir nuestros deberes
hacia la familia y los vecinos. Y cuando la muerte prematura es el