Página 106 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
Al fin le concedieron a Jerónimo lo que pedía. Se arrodilló en
presencia de sus jueces y pidió que el Espíritu divino guíara sus
pensamientos y le diese palabras para que nada de lo que iba a
decir fuese contrario a la verdad e indigno de su Maestro. En aquel
día se cumplió en su favor la promesa del Señor a los primeros
discípulos: “Seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa
[...]. Cuando os entregaren, no os afanéis sobre cómo o qué habéis
de decir; porque en aquella misma hora os será dado lo que habéis
de decir; porque no sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de
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vuestro Padre que habla en vosotros”.
Mateo 10:18-20 (VM)
.
Las palabras de Jerónimo produjeron sorpresa y admiración aun
a sus enemigos. Por espacio de todo un año había estado encerra-
do en un calabozo, sin poder leer ni ver la luz siquiera, sufriendo
físicamente a la vez que dominado por terrible ansiedad mental;
y no obstante, supo presentar sus argumentos con tanta claridad y
con tanta fuerza como si hubiera podido estudiar constantemente.
Llamó la atención de sus oyentes a la larga lista de santos varones
que habían sido condenados por jueces injustos. En casi todas las
generaciones hubo hombres que por más que procuraban levantar el
nivel moral del pueblo de su época, eran despreciados y rechazados,
pero que en tiempos ulteriores fueron reconocidos dignos de recibir
honor. Cristo mismo fue condenado como malhechor, por un tribunal
inicuo.
Al retractarse Jerónimo había declarado justa la sentencia con-
denatoria que el concilio lanzara contra Hus; pero esta vez declaró
que se arrepentía de ello y dio un valiente testimonio a la inocencia
y santidad del mártir. Expresóse en estos términos: “Conocí a Juan
Hus desde su niñez. Era el hombre más excelente, justo y santo; pero
no por eso dejó de ser condenado [...]. Y ahora yo también estoy listo
para morir. No retrocederé ante los tormentos que hayan preparado
para mí mis enemigos, los testigos falsos, los cuales tendrán que ser
llamados un día a cuentas por sus imposturas, ante el gran Dios a
quien nadie puede engañar”.
Bonnechose 3:167
.
Al censurarse a sí mismo por haber negado la verdad, dijo Jeró-
nimo: “De todos los pecados que he cometido desde mi juventud,
ninguno pesa tanto sobre mí ni me causa tan acerbos remordimientos,
como el que cometí en este funesto lugar, cuando aprobé la inicua
sentencia pronunciada contra Wiclef y contra el santo mártir, Juan