Página 114 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
preparar a sus hijos para una vida piadosa y útil. Siendo siempre
firmes y fieles en sus propósitos y obrando a impulsos de su sólido
carácter, eran a veces demasiado severos; pero el reformador mismo,
si bien reconoció que se habían equivocado en algunos respectos, no
dejó de encontrar en su disciplina más cosas dignas de aprobación
que de censura.
En la escuela a la cual le enviaran en su tierna edad, Lutero fue
tratado con aspereza y hasta con dureza. Tanta era la pobreza de sus
padres que al salir de su casa para la escuela de un pueblo cercano, se
vio obligado por algún tiempo a ganar su sustento cantando de puerta
en puerta y padeciendo hambre con mucha frecuencia. Las ideas
religiosas lóbregas y supersticiosas que prevalecían en su tiempo le
llenaban de pavor. A veces se iba a acostar con el corazón angustiado,
pensando con temor en el sombrío porvenir, y viendo en Dios a un
juez inexorable y un cruel tirano más bien que un bondadoso Padre
celestial.
Mas a pesar de tantos motivos de desaliento, Lutero siguió re-
sueltamente adelante, puesta la vista en un dechado elevado de moral
y de cultura intelectual que le cautivaba el alma. Tenía sed de saber,
y el carácter serio y práctico de su genio le hacía desear lo sólido y
provechoso más bien que lo vistoso y superficial.
Cuando a la edad de dieciocho años ingresó en la universidad de
Erfurt, su situación era más favorable y se le ofrecían perspectivas
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más brillantes que las que había tenido en años anteriores. Sus pa-
dres podían entonces mantenerle más desahogadamente merced a
la pequeña hacienda que habían logrado con su laboriosidad y sus
economías. Y la influencia de amigos juiciosos había borrado un
tanto el sedimento de tristeza que dejara en su carácter su prime-
ra educación. Se dedicó a estudiar los mejores autores, atesorando
con diligencia sus maduras reflexiones y haciendo suyo el tesoro
de conocimientos de los sabios. Aun bajo la dura disciplina de sus
primeros maestros, dio señales de distinción; y ahora, rodeado de
influencias más favorables, vio desarrollarse rápidamente su talento.
Por su buena memoria, su activa imaginación, sus sólidas facultades
de raciocinio y su incansable consagración al estudio vino a que-
dar pronto al frente de sus condiscípulos. La disciplina intelectual
maduró su entendimiento y la actividad mental despertó una aguda