Página 131 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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En la encrucijada de los caminos
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debajo de su manto y le preguntó por qué iba solo. “Estoy en manos
de Dios—contestó Lutero—; él es mi fuerza y mi amparo. ¿Qué
puede hacerme el hombre mortal?” (
ibíd
., lib. 6, cap. 2). Al oír estas
palabras el hombre se demudó y huyó como si se hubiera hallado en
presencia de los ángeles del cielo.
Roma estaba resuelta a aniquilar a Lutero, pero Dios era su
defensa. Sus doctrinas se oían por doquiera, “en las cabañas, en los
conventos, [...] en los palacios de los nobles, en las academias, y en
la corte de los reyes”; y aun hubo hidalgos que se levantaron por
todas partes para sostener los esfuerzos del reformador (
ibíd
.).
Por aquel tiempo fue cuando Lutero, al leer las obras de Hus,
descubrió que la gran verdad de la justificación por la fe, que él
mismo enseñaba y sostenía, había sido expuesta por el reformador
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bohemio. “¡Todos hemos sido husitas—dijo Lutero—, aunque sin
saberlo; Pablo, Agustín y yo mismo!” Y añadía: “¡Dios pedirá cuen-
tas al mundo, porque la verdad fue predicada hace ya un siglo, y la
quemaron!” (Wylie, lib. 6, cap. I).
En un llamamiento que dirigió Lutero al emperador y a la nobleza
de Alemania en pro de la reforma del cristianismo, decía refiriéndose
al papa: “Es una cosa horrible contemplar al que se titula vicario
de Jesucristo ostentando una magnificencia superior a la de los
emperadores. ¿Es esto parecerse al pobre Jesús o al humilde San
Pedro? ¡Él es, dicen, el señor del mundo! Mas Cristo, del cual se
jacta ser el vicario, dijo: ‘Mi reino no es de este mundo’. El reino de
un vicario ¿se extendería más allá que el de su Señor?” (D’Aubigné,
lib. 6, cap. 3).
Hablando de las universidades, decía: “Temo mucho que las
universidades sean unas anchas puertas del infierno, si no se apli-
can cuidadosamente a explicar la Escritura Santa y grabarla en el
corazón de la juventud. Yo no aconsejaré a nadie que coloque a
su hijo donde no reine la Escritura Santa. Todo instituto donde los
hombres no están constantemente ocupados con la Palabra de Dios
se corromperá” (
ibíd
.).
Este llamamiento circuló con rapidez por toda Alemania e influ-
yó poderosamente en el ánimo del pueblo. La nación entera se sentía
conmovida y muchos se apresuraban a alistarse bajo el estandarte de
la Reforma. Los opositores de Lutero que se consumían en deseos
de venganza, exigían que el papa tomara medidas decisivas contra