Página 14 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
fue confiado a vasos de barro, pero no por eso deja de ser del cielo.
Aunque llevado a todo viento en el vehículo imperfecto del idioma
humano, no por eso deja de ser el testimonio de Dios; y el hijo de
Dios, obediente y creyente, contempla en ello la gloria de un poder
divino, lleno de gracia y de verdad.
[11]
En su Palabra, Dios comunicó a los hombres el conocimiento ne-
cesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas
como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de
su voluntad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas,
y son la piedra de toque de la experiencia religiosa. “Toda la Escri-
tura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión,
para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre
de Dios sea perfecto, estando cumplidamente instruido para toda
obra buena”.
2 Timoteo 3:16, 17 (VM)
.
La circunstancia de haber revelado Dios su voluntad a los hom-
bres por su Palabra, no anuló la necesidad que tienen ellos de la
continua presencia y dirección del Espíritu Santo. Por el contra-
rio, el Salvador prometió que el Espíritu facilitaría a sus siervos la
inteligencia de la Palabra; que iluminaría y daría aplicación a sus
enseñanzas. Y como el Espíritu de Dios fue quien inspiró la Biblia,
resulta imposible que las enseñanzas del Espíritu estén jamás en
pugna con las de la Palabra.
El Espíritu no fue dado—ni puede jamás ser otorgado—para
invalidar la Biblia; pues las Escrituras declaran explícitamente que
la Palabra de Dios es la regla por la cual toda enseñanza y toda
manifestación religiosa debe ser probada. El apóstol Juan dice: “No
creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo”.
1 Juan 4:5 (VM)
.
E Isaías declara: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme
a esto, es porque no les ha amanecido”.
Isaías 8:20
.
Muchos cargos se han levantado contra la obra del Espíritu
Santo por los errores de una clase de personas que, pretendiendo
ser iluminadas por éste, aseguran no tener más necesidad de ser
guiadas por la Palabra de Dios. En realidad están dominadas por
impresiones que consideran como voz de Dios en el alma. Pero
el espíritu que las dirige no es el Espíritu de Dios. El principio
que induce a abandonarse a impresiones y a descuidar las Santas
Escrituras, solo puede conducir a la confusión, al engaño y a la