Página 153 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Un campeón de la verdad
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la luz que recibieron ellos y que nos entregaron como herencia, y
deudores por la mayor luz que nos alumbra hoy procedente de la
Palabra de Dios.
Cristo dijo a los incrédulos judíos: “Si yo no hubiera venido
y les hubiera hablado, no hubieran tenido pecado; mas ahora no
tienen excusa por su pecado”.
Juan 15:22 (VM)
. El mismo poder
divino habló por boca de Lutero al emperador y a los príncipes de
Alemania. Y mientras la luz resplandecía procedente de la Palabra
de Dios, su Espíritu alegó por última vez con muchos de los que
se hallaban en aquella asamblea. Así como Pilato, siglos antes,
permitiera que el orgullo y la popularidad le cerraran el corazón
para que no recibiera al Redentor del mundo; y así como el cobarde
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Félix rechazara el mensaje de verdad, diciendo: “Ahora vete; mas
en teniendo oportunidad te llamaré”, y así como el orgulloso Agripa
confesara: “Por poco me persuades a ser cristiano” (
Hechos 24:25
;
26:28
), pero rechazó el mensaje que le era enviado del cielo, así
también Carlos V, cediendo a las instancias del orgullo y de la
política del mundo, decidió rechazar la luz de la verdad.
Corrían por todas partes muchos rumores de los proyectos hos-
tiles a Lutero y despertaban gran agitación en la ciudad. Lutero
se había conquistado muchos amigos que, conociendo la traidora
crueldad de Roma para con los que se atrevían a sacar a luz sus co-
rrupciones, resolvieron evitar a todo trance que él fuese sacrificado.
Centenares de nobles se comprometieron a protegerle. No pocos de-
nunciaban públicamente el mensaje imperial como prueba evidente
de humillante sumisión al poder de Roma. Se fijaron pasquines en
las puertas de las casas y en las plazas públicas, unos contra Lutero
y otros en su favor. En uno de ellos se leían sencillamente estas enér-
gicas palabras del sabio: “¡Ay de ti, oh tierra, cuyo rey es un niño!”
Eclesiastés 10:16 (VM)
. El entusiasmo que el pueblo manifestaba en
favor de Lutero en todas partes del imperio, dio a conocer a Carlos
y a la dieta que si se cometía una injusticia contra él bien podrían
quedar comprometidas la paz del imperio y la estabilidad del trono.
Federico de Sajonia observó una bien estudiada reserva, ocultan-
do cuidadosamente sus verdaderos sentimientos para con el refor-
mador, y al mismo tiempo lo custodiaba con incansable vigilancia,
observando todos sus movimientos y los de sus adversarios. Pero
había muchos que no se cuidaban de ocultar su simpatía hacia Lute-