Página 154 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
ro. Era este visitado por príncipes, condes, barones y otras personas
de distinción, clérigos y laicos. “El pequeño cuarto del doctor—
escribía Spalatino—no podía contener a todos los que acudían a
verle”.
Martyn 1:404
. El pueblo le miraba como si fuese algo más
que humano. Y aun los que no creían en sus enseñanzas, no podían
menos que admirar en él la sublime integridad que le hacía desafiar
la muerte antes que violar los dictados de su conciencia.
Se hicieron esfuerzos supremos para conseguir que Lutero con-
sintiera en transigir con Roma. Príncipes y nobles le manifestaron
que si persistía en sostener sus opiniones contra la iglesia y los
concilios, pronto se le desterraría del imperio y entonces nadie le
defendería. A esto respondió el reformador: “El evangelio de Cristo
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no puede ser predicado sin escándalo [...]. ¿Cómo es posible que el
temor o aprensión de los peligros me desprenda del Señor y de su
Palabra divina, que es la única verdad? ¡No; antes daré mi cuerpo,
mi sangre y mi vida!” (D’Aubigné, lib. 7, cap. 10).
Se le instó nuevamente a someterse al juicio del emperador, pues
entonces no tendría nada que temer.
“Consiento de veras—dijo—en que el emperador, los príncipes y
aun los más humildes cristianos, examinen y juzguen mis libros; pero
bajo la condición de que tomarán por norma la Sagrada Escritura.
Los hombres no tienen más que someterse a ella. Mi conciencia
depende de ella, y soy esclavo de su observancia” (
ibíd
.).
En respuesta a otra instancia, dijo: “Consiento en renunciar al
salvoconducto. Abandono mi persona y mi vida entre las manos
del emperador, pero la Palabra de Dios, ¡nunca!” (
ibíd
.). Expresó
que estaba dispuesto a someterse al fallo de un concilio general,
pero con la condición expresa de que el concilio juzgara según
las Escrituras. “En lo que se refiere a la Palabra de Dios y a la
fe—añadió—cada cristiano es tan buen juez como el mismo papa
secundado por un millón de concilios”.
Martyn 1:410
. Finalmente
los amigos y los enemigos de Lutero se convencieron de que todo
esfuerzo encaminado a una reconciliación sería inútil.
Si el reformador hubiera cedido en un solo punto, Satanás y sus
ejércitos habrían ganado la victoria. Pero la inquebrantable firmeza
de él fue el medio de emancipar a la iglesia y de iniciar una era nueva
y mejor. La influencia de este solo hombre que se atrevió a pensar y
a obrar por sí mismo en materia de religión, iba a afectar a la iglesia