Página 157 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Un campeón de la verdad
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ción en prolongado descanso. Acostumbrado a la vida activa y al
rudo combate, no podía quedar mucho tiempo ocioso. En aquellos
días de soledad, tenía siempre presente la situación de la iglesia, y
exclamaba desesperado: “¡Ay! ¡y que no haya nadie en este último
día de su ira, que quede en pie delante del Señor como un muro,
para salvar a Israel!” (
ibíd
., lib. 9, cap. 2). También pensaba en sí
mismo y tenía miedo de ser tachado de cobardía por haber huido de
la lucha. Se reprochaba su indolencia y la indulgencia con que se
trataba a sí mismo. Y no obstante esto, estaba haciendo diariamente
más de lo que hubiera podido hacer un hombre solo. Su pluma no
permanecía nunca ociosa. En el momento en que sus enemigos se
lisonjeaban de haberle acallado, los asombraron y confundieron las
pruebas tangibles de su actividad. Un sinnúmero de tratados, prove-
nientes de su pluma, circulaban por toda Alemania. También prestó
entonces valioso servicio a sus compatriotas al traducir al alemán
el Nuevo Testamento. Desde su Patmos perdido entre riscos siguió
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casi un año proclamando el evangelio y censurando los pecados y
los errores de su tiempo.
Pero no fue únicamente para preservar a Lutero de la ira de sus
enemigos, ni para darle un tiempo de descanso en el que pudiese
hacer estos importantes trabajos, para lo que Dios separó a su siervo
del escenario de la vida pública. Había otros resultados más precio-
sos que alcanzar. En el descanso y en la oscuridad de su montaña
solitaria, quedó Lutero sin auxilio humano y fuera del alcance de las
alabanzas y de la admiración de los hombres. Así fue salvado del
orgullo y de la confianza en sí mismo, que a menudo son frutos del
éxito. Por medio del sufrimiento y de la humillación fue preparado
para andar con firmeza en las vertiginosas alturas adonde había sido
llevado de repente.
A la vez que los hombres se regocijan en la libertad que les
da el conocimiento de la verdad, se sienten inclinados a ensalzar
a aquellos de quienes Dios se ha valido para romper las cadenas
de la superstición y del error. Satanás procura distraer de Dios los
pensamientos y los afectos de los hombres y hacer que se fijen en
los agentes humanos; induce a los hombres a dar honra al mero
instrumento, ocultándole la Mano que dirige todos los sucesos de
la providencia. Con demasiada frecuencia acontece que los maes-
tros religiosos así alabados y reverenciados, pierden de vista su