Página 165 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Se enciende una luz en Suiza
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alabanzas a Dios. “¡Este, decían, es un predicador de verdad! él será
nuestro Moisés, para sacarnos de las tinieblas de Egipto” (
ibíd
.).
Pero, por más que al principio fuera su obra acogida con entu-
siasmo, vino al fin la oposición. Los frailes se propusieron estorbar
su obra y condenar sus enseñanzas. Muchos le atacaron con burlas
y sátiras; otros le lanzaron insolencias y amenazas. Sin empbargo
Zuinglio todo lo soportaba con paciencia, diciendo: “Si queremos
convertir a Jesucristo a los malos, es menester cerrar los ojos a
muchas cosas” (
ibíd
.).
Por aquel tiempo un nuevo agente vino a dar impulso a la obra
de la Reforma. Un amigo de esta mandó a Zúrich a un tal Luciano
que llevaba consigo varios de los escritos de Lutero. Este amigo,
residente en Basilea, había pensado que la venta de estos libros sería
un poderoso auxiliar para la difusión de la luz. “Averiguad—dijo
a Zuinglio en una carta—si Luciano posee bastante prudencia y
habilidad; si así es, mandadlo de villa en villa, de lugar en lugar, y
aun de casa en casa entre los suizos, con los escritos de Lutero, y
en particular con la exposición de la oración dominical escrita para
los seglares. Cuanto más conocidos sean, tantos más compradores
hallarán” (
ibíd
.). De este modo se esparcieron los rayos de luz.
Cuando Dios se dispone a quebrantar las cadenas de la igno-
rancia y de la superstición, es cuando Satanás trabaja con mayor
esfuerzo para sujetar a los hombres en las tinieblas, y para apretar
aun más las ataduras que los tienen sujetos. A medida que se le-
vantaban en diferentes partes del país hombres que presentaban al
pueblo el perdón y la justificación por medio de la sangre de Cristo,
Roma procedía con nueva energía a abrir su comercio por toda la
cristiandad, ofreciendo el perdón a cambio de dinero.
Cada pecado tenía su precio, y se otorgaba a los hombres licencia
para cometer crímenes, con tal que abundase el dinero en la tesorería
de la iglesia. De modo que seguían adelante dos movimientos: uno
que ofrecía el perdón de los pecados por dinero, y el otro que lo
ofrecía por medio de Cristo; Roma que daba licencia para pecar,
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haciendo de esto un recurso para acrecentar sus rentas, y los re-
formadores que condenaban el pecado y señalaban a Cristo como
propiciación y Redentor.
En Alemania la venta de indulgencias había sido encomendada
a los dominicos y era dirigida por el infame Tetzel. En Suiza el