Página 166 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
tráfico fue puesto en manos de los franciscanos, bajo la dirección de
un fraile italiano llamado Samsón. Había prestado este ya buenos
servicios a la iglesia y reunido en Suiza y Alemania grandes canti-
dades para el tesoro del papa. Cruzaba entonces a Suiza, atrayendo
a grandes multitudes, despojando a los pobres campesinos de sus
escasas ganancias y obteniendo ricas ofrendas entre los ricos. Pero
la influencia de la Reforma hacía disminuir el tráfico de las indul-
gencias aunque sin detenerlo del todo. Todavía estaba Zuinglio en
Einsiedeln cuando Samsón se presentó con su mercadería en una
población vecina. Enterándose de su misión, el reformador trató in-
mediatamente de oponérsele. No se encontraron frente a frente, pero
fue tan completo el éxito de Zuinglio al exponer las pretensiones
del fraile, que este se vio obligado a dejar aquel lugar y tomar otro
rumbo.
En Zúrich predicó Zuinglio con ardor contra estos monjes trafi-
cantes en perdón, y cuando Samsón se acercó a dicha ciudad le salió
al encuentro un mensajero enviado por el concejo para ordenarle que
no entrara. No obstante, logró al fin introducirse por estratagema,
pero a poco le despidieron sin que hubiese vendido ni un solo perdón
y no tardó en abandonar a Suiza.
Un fuerte impulso recibió la Reforma con la aparición de la
peste o “gran mortandad”, que azotó a Suiza en el año 1519. Al
verse los hombres cara a cara con la muerte, se convencían de cuán
vanos e inútiles eran los perdones que habían comprado poco antes,
y ansiaban tener un fundamento más seguro sobre el cual basar su
fe. Zuinglio se contagió en Zúrich y se agravó de tal modo que se
perdió toda esperanza de salvarle y circuló por muchos lugares el
rumor de que había muerto. En aquella hora de prueba su valor y su
esperanza no vacilaron. Miraba con los ojos de la fe hacia la cruz
del Calvario y confió en la propiciación absoluta allí alcanzada para
perdón de los pecados. Cuando volvió a la vida después de haberse
visto a las puertas del sepulcro, se dispuso a predicar el evangelio
con más fervor que nunca antes, y sus palabras iban revestidas de
nuevo poder. El pueblo dio la bienvenida con regocijo a su amado
pastor que volvía de los umbrales de la muerte. Ellos mismos habían
tenido que atender a enfermos y moribundos, y reconocían mejor
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que antes el valor del evangelio.