Página 260 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
labores. Millares fueron convencidos y verdaderamente convertidos.
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Había que proteger de los lobos rapaces a estas ovejas. Wesley no
había pensado formar una nueva denominación, pero organizó a los
convertidos en lo que se llamó en aquel entonces la Unión Metodista.
Misteriosa y ruda fue la oposición que estos predicadores encon-
traron por parte de la iglesia establecida; y sin embargo, Dios, en su
sabiduría, ordenó las cosas de modo que la reforma se inició dentro
de la misma iglesia. Si hubiera venido por completo de afuera, no
habría podido penetrar donde tanto se necesitaba Pero como los
predicadores del reavivamiento eran eclesiásticos, y trabajaban den-
tro del jirón de la iglesia dondequiera que encontraban oportunidad
para ello, la verdad entró donde las puertas hubieran de otro modo
quedado cerradas. Algunos de los clérigos despertaron de su sopor
y se convirtieron en predicadores activos de sus parroquias. Iglesias
que habían sido petrificadas por el formalismo fueron de pronto
devueltas a la vida.
En los tiempos de Wesley, como en todas las épocas de la historia
de la iglesia, hubo hombres dotados de diferentes dones que hicieron
cada uno la obra que les fuera señalada. No estuvieron de acuerdo
en todos los puntos de doctrina, pero todos fueron guiados por
el Espíritu de Dios y unidos en el absorbente propósito de ganar
almas para Cristo. Las diferencias que mediaron entre Whitefield
y los Wesley estuvieron en cierta ocasión a punto de separarlos;
pero habiendo aprendido a ser mansos en la escuela de Cristo, la
tolerancia y el amor fraternal los reconciliaron. No tenían tiempo
para disputarse cuando en derredor suyo abundaban el mal y la
iniquidad y los pecadores iban hacia la ruina.
Los siervos de Dios tuvieron que recorrer un camino duro. Hom-
bres de saber y de talento empleaban su influencia contra ellos. Al
cabo de algún tiempo muchos de los eclesiásticos manifestaron hos-
tilidad resuelta y las puertas de la iglesia se cerraron a la fe pura y
a los que la proclamaban. La actitud adoptada por los clérigos al
denunciarlos desde el púlpito despertó los elementos favorables a las
tinieblas, la ignorancia y la iniquidad. Una y otra vez, Wesley escapó
a la muerte por algún milagro de la misericordia de Dios. Cuando
la ira de las turbas rugía contra él y parecía no haber ya modo de
escapar, un ángel en forma de hombre se le ponía al lado, la turba
retrocedía, y el siervo de Cristo salía ileso del lugar peligroso.