Página 267 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 16—La Biblia y la Revolución Francesa
En el Siglo XVI la Reforma, presentando a los pueblos la Biblia
abierta, procuró entrar en todos los países de Europa. Algunas na-
ciones le dieron la bienvenida como a mensajera del cielo. En otros
países el papado consiguió hasta cierto punto cerrarle la entrada; y la
luz del conocimiento de la Biblia, con sus influencias ennoblecedo-
ras, quedó excluida casi por completo. Hubo un país donde, aunque
la luz logró penetrar, las tinieblas no permitieron apreciarla. Durante
siglos, la verdad y el error se disputaron el predominio. Triunfó al fin
el mal y la verdad divina fue desechada. “Esta es la condenación, que
la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz”.
Juan 3:19 (VM)
. Aquella nación tuvo que cosechar los
resultados del mal que ella misma se había escogido. El freno del
Espíritu de Dios le fue quitado al pueblo que había despreciado el
don de su gracia. Se permitió al mal que llegase a su madurez, y
todo el mundo pudo palpar las consecuencias de este rechazamiento
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voluntario de la luz.
La guerra que se hizo en Francia contra la Biblia durante tantos
siglos llegó a su mayor grado en los días de la Revolución. Esa
terrible insurrección del pueblo no fue sino resultado natural de la
supresión que Roma había hecho de las Sagradas Escrituras (véase el
Apéndice). Fue la ilustración más elocuente que jamás presenciara el
mundo, de las maquinaciones de la política papal, y una ilustración
de los resultados hacia los cuales tendían durante más de mil años
las enseñanzas de la iglesia de Roma.
La supresión de las Sagradas Escrituras durante el período de la
supremacía papal había sido predicha por los profetas; y el revela-
dor había señalado también los terribles resultados que iba a tener
especialmente para Francia el dominio “del hombre de pecado”.
Dijo el ángel del Señor: “Hollarán la santa ciudad, cuarenta y
dos meses. Y daré autoridad a mis dos testigos, los cuales profeti-
zarán mil doscientos sesenta días, vestidos de sacos [...]. Y cuando
hayan acabado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo
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