Página 268 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
hará guerra contra ellos, y prevalecerá contra ellos, y los matará. Y
sus cuerpos muertos yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se
llama simbólicamente Sodoma y Egipto, en donde también el Señor
de ellos fue crucificado [...]. Y los que habitan sobre la tierra se
regocijan sobre ellos, y hacen fiesta, y se envían regalos los unos a
los otros; porque estos dos profetas atormentaron a los que habitan
sobre la tierra. Y después de los tres días y medio, el espíritu de vida,
venido de Dios, entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies: y cayó
gran temor sobre los que lo vieron”.
Apocalipsis 11:2-11 (VM)
.
Los “cuarenta y dos meses” y los “mil doscientos sesenta días”
designan el mismo plazo, o sea el tiempo durante el cual la iglesia
de Cristo iba a sufrir bajo la opresión de Roma. Los 1.260 años
del dominio temporal del papa comenzaron en el año 538 d. C. y
debían terminar en 1798 (véase el Apéndice). En dicha fecha, entró
en Roma un ejército francés que tomó preso al papa, el cual murió
en el destierro. A pesar de haberse elegido un nuevo papa al poco
tiempo, la jerarquía pontificia no volvió a alcanzar el esplendor y
poderío que antes tuviera.
La persecución contra la iglesia no continuó durante todos los
1.260 años. Dios, usando de misericordia con su pueblo, acortó el
tiempo de tan horribles pruebas. Al predecir la “gran tribulación”
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que había de venir sobre la iglesia, el Salvador había dicho: “Si
aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas
por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”.
Mateo
24:22
. Debido a la influencia de los acontecimientos relacionados
con la Reforma, las persecuciones cesaron antes del año 1798.
Y acerca de los dos testigos, el profeta declara más adelante:
“Estos son los dos olivos y los dos candelabros, que están delante de
la presencia del Señor de toda la tierra”. “Lámpara es a mis pies tu
palabra—dijo el salmista—, y luz a mi camino”.
Apocalipsis 11:4
;
Salmos 119:105 (VM)
. Estos dos testigos representan las Escrituras
del Antiguo Testamento y del Nuevo. Ambos son testimonios impor-
tantes del origen y del carácter perpetuo de la ley de Dios. Ambos
testifican también acerca del plan de salvación. Los símbolos, los
sacrificios y las profecías del Antiguo Testamento se refieren a un
Salvador que había de venir. Y los Evangelios y las epístolas del
Nuevo Testamento hablan de un Salvador que vino tal como fuera
predicho por los símbolos y la profecía.