Página 27 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El destino del mundo predicho
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en carne. Cuando el Nazareno enseñó y realizó curaciones en los
atrios sagrados se cumplió la profecía gloriosa: él era el “Deseado
de todas las naciones” que entraba en su templo. Por la presencia
de Cristo, y solo por ella, la gloria del segundo templo superó la
del primero; pero Israel tuvo en poco al anunciado don del cielo; y
con el humilde Maestro que salió aquel día por la puerta de oro, la
gloria había abandonado el templo para siempre. Así se cumplieron
las palabras del Señor, que dijo: “He aquí vuestra casa os es dejada
desierta”.
Mateo 23:38
.
Los discípulos se habían llenado de asombro y hasta de temor al
oír las predicciones de Cristo respecto de la destrucción del templo,
y deseaban entender de un modo más completo el significado de
sus palabras. Durante más de cuarenta años se habían prodigado
riquezas, trabajo y arte arquitectónico para enaltecer los esplendores
y la grandeza de aquel templo. Herodes el Grande y hasta el mismo
emperador del mundo contribuyeron con los tesoros de los judíos y
con las riquezas romanas a engrandecer la magnificencia del hermo-
so edificio. Con este objeto habíanse importado de Roma enormes
bloques de preciado mármol, de tamaño casi fabuloso, a los cuales
los discípulos llamaron la atención del Maestro, diciéndole: “Mira
qué piedras, y qué edificios”.
Marcos 13:1
.
Pero Jesús contestó con estas solemnes y sorprendentes palabras:
“De cierto os digo, que no será dejada aquí piedra sobre piedra, que
no sea destruida”.
Mateo 24:2
.
Los discípulos creyeron que la destrucción de Jerusalén coinci-
diría con los sucesos de la venida personal de Cristo revestido de
gloria temporal para ocupar el trono de un imperio universal, para
castigar a los judíos impenitentes y libertar a la nación del yugo
romano. Cristo les había anunciado que volvería, y por eso al oírle
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predecir los juicios que amenazaban a Jerusalén, se figuraron que
ambas cosas sucederían al mismo tiempo y, al reunirse en derredor
del Señor en el Monte de los Olivos, le preguntaron: “¿Cuándo serán
estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?”
Mateo 24:3
.
Lo porvenir les era misericordiosamente velado a los discípulos.
De haber visto con toda claridad esos dos terribles acontecimientos
futuros: los sufrimientos del Redentor y su muerte, y la destrucción
del templo y de la ciudad, los discípulos hubieran sido abrumados