Página 278 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
predisponer a Francia contra la Reforma. “Y la espada de la perse-
cución se desenvainó por primera vez en Francia para sostener el
trono, resguardar a los nobles y conservar las leyes” (Wylie, lib. 13,
cap. 4).
Poco previeron los reyes cuán fatales iban a ser los resultados
de tan odiosa política. Las enseñanzas de la Biblia eran las que
hubieran podido implantar en las mentes y en los corazones de los
hombres aquellos principios de justicia, de templanza, de verdad, de
equidad y de benevolencia, que son la piedra angular del edificio de
la prosperidad de un pueblo. “La justicia engrandece la nación”. Y
con ella “será afirmado el trono”.
Proverbios 14:34
;
16:12
. “El efecto
de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para
siempre”.
Isaías 32:17
. El que obedece las leyes divinas es el que
mejor respetará y acatará las leyes de su país. El que teme a Dios
honrará al rey en el ejercicio de su autoridad justa y legítima. Pero
por desgracia Francia prohibió la Biblia y desterró a sus discípulos.
Siglo tras siglo hubo hombres de principios e integridad, de gran
inteligencia y de fuerza moral, que tuvieron valor para confesar sus
convicciones y fe suficiente para sufrir por la verdad, siglo tras siglo
estos hombres penaron como esclavos en las galeras, y perecieron en
la hoguera o los dejaron que se pudrieran en tenebrosas e inmundas
mazmorras. Miles y miles se pusieron a salvo huyendo; y esto duró
doscientos cincuenta años después de iniciada la Reforma.
“Casi no hubo generación de franceses durante ese largo perío-
do de tiempo que no fuera testigo de la fuga de los discípulos del
evangelio que huían para escapar de la furia insensata de sus perse-
guidores, llevándose consigo la inteligencia, las artes, la industria y
el carácter ordenado que por lo general los distinguían y contribuían
luego a enriquecer a los países donde encontraban refugio. Pero en
la medida en que enriquecían otros países con sus preciosos dones,
despojaban al suyo propio. Si hubieran permanecido en Francia
todos los que la abandonaron; si por espacio de trescientos años la
pericia industrial de aquellos hubiera sido empleada en cultivar el
suelo de su país, en hacer progresar las manufacturas; si durante
estos trescientos años el genio creador de los mismos, junto con su
poder analítico, hubiera seguido enriqueciendo la literatura y culti-
vando las ciencias de Francia; si hubiera sido dedicada la sabiduría
de tan nobles hijos a dirigir sus asambleas, su valor a pelear sus