Página 289 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 17—América, tierra de libertad
Apesar de haber renunciado al romanismo, los reformadores in-
gleses conservaron muchas de sus formas. De manera que aunque
habían rechazado la autoridad y el credo de Roma, no pocas de sus
costumbres y ceremonias se incorporaron en el ritual de la iglesia an-
glicana. Se aseveraba que estas cosas no eran asuntos de conciencia;
que por más que no estaban ordenadas en las Santas Escrituras, y por
lo mismo no eran necesarias, sin embargo como tampoco estaban
prohibidas no eran intrínsecamente malas. Por la observancia de
esas prácticas se hacía menos notable la diferencia que separaba de
Roma a las iglesias reformadas y se procuraba a la vez promover
con más esperanzas de éxito la aceptación del protestantismo entre
los romanistas.
Para los conservadores y los partidarios de las transigencias, es-
tos argumentos eran decisivos. Empero había otros que no pensaban
así. El mero hecho de que semejantes prácticas “tendían a colmar la
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sima existente entre Roma y la Reforma” (
Martyn 5:22
), era para
ellos argumento terminante contra la conservación de las mismas.
Las consideraban como símbolos de la esclavitud de que habían
sido libertados y a la cual no tenían ganas de volver. Argüían que
en su Palabra Dios tiene establecidas reglas para su culto y que los
hombres no tienen derecho para quitar ni añadir otras. El comienzo
de la gran apostasía consistió precisamente en que se quiso suplir
la autoridad de Dios con la de la iglesia. Roma empezó por ordenar
cosas que Dios no había prohibido, y acabó por prohibir lo que él
había ordenado explícitamente.
Muchos deseaban ardientemente volver a la pureza y sencillez
que caracterizaban a la iglesia primitiva. Consideraban muchas de
las costumbres arraigadas en la iglesia anglicana como monumentos
de idolatría y no podían en conciencia unirse a dicha iglesia en su
culto; pero como la iglesia estaba sostenida por el poder civil no
consentía que nadie sustentara opiniones diferentes en asunto de
formas. La asistencia a los cultos era requerida por la ley, y no podían
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