Página 290 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
celebrarse sin licencia asambleas religiosas de otra naturaleza, so
pena de prisión, destierro o muerte.
A principios del siglo XVII el monarca que acababa de subir al
trono de Inglaterra declaró que estaba resuelto a hacer que los puri-
tanos “se conformaran, o de lo contrario [...] que fueran expulsados
del país, o tratados todavía peor” (George Bancroft,
History of the
United States of America
, parte 1, cap. 12). Acechados, perseguidos,
apresados, no esperaban mejores días para lo por venir y muchos
se convencieron de que para los que deseaban servir a Dios según
el dictado de su conciencia, “Inglaterra había dejado de ser lugar
habitable” (J. G. Palfrey,
History of New England
, cap. 3). Algunos
decidieron refugiarse en Holanda. A fin de lograrlo tuvieron que su-
frir pérdidas, cárceles y mil dificultades. Sus planes eran frustrados
y ellos entregados en manos de sus enemigos. Pero al fin triunfó su
firme perseverancia y encontraron refugio en las playas hospitalarias
de la república holandesa.
En su fuga habían tenido que abandonar sus casas, sus bienes y
sus medios de subsistencia. Eran forasteros en tierra extraña, entre
gente de costumbres y de lengua diferentes de las de ellos. Se vieron
obligados a ocuparse en trabajos desconocidos hasta entonces para
ellos, a fin de ganarse el pan de cada día. Hombres de mediana
edad que se habían ocupado durante toda su vida en labrar la tierra,
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se vieron en la necesidad de aprender oficios mecánicos. Pero se
acomodaron animosamente a la situación y no perdieron tiempo en
la ociosidad ni en quejas inútiles. Aunque afectados a menudo por la
pobreza, daban gracias a Dios por las bendiciones que les concedía
y se regocijaban de poder tener comunión espiritual sin que se les
molestara. “Comprendían que eran peregrinos y no se preocupaban
mucho por aquellas cosas; sino que levantaban la vista al cielo, su
anhelada patria, y serenaban su espíritu” (Bancroft, parte 1, cap. 12).
Aunque vivían en el destierro y en medio de contratiempos,
crecían su amor y su fe; confiaban en las promesas del Señor, el
cual no los olvidó en el tiempo de la prueba. Sus ángeles estaban
a su lado para animarlos y sostenerlos. Y cuando les pareció ver
la mano de Dios señalándoles hacia más allá del mar una tierra
en donde podrían fundar un estado, y dejar a sus hijos el precioso
legado de la libertad religiosa, avanzaron sin miedo por el camino
que la Providencia les indicaba.