Página 299 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 18—Heraldos de una nueva era
Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la
Biblia, es la de la segunda venida de Cristo para completar la gran
obra de la redención. Al pueblo peregrino de Dios, que por tanto
tiempo hubo de morar “en región y sombra de muerte”, le es dada
una valiosa esperanza inspiradora de alegría con la promesa de la
venida de Aquel que es “la resurrección y la vida” para hacer “volver
a su propio desterrado”. La doctrina del segundo advenimiento es
verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde el
día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén, los
hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que había de
aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al pa-
raíso perdido. Hubo santos desde los antiguos tiempos que miraban
hacia el tiempo del advenimiento glorioso del Mesías como hacia la
consumación de sus esperanzas. Enoc, que se contó entre la séptima
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generación descendiente de los que moraran en el Edén y que por
tres siglos anduvo con Dios en la tierra, pudo contemplar desde
lejos la venida del Libertador. “He aquí que viene el Señor, con
las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio
sobre todos”.
Judas 14, 15 (VM)
. El patriarca Job, en la lobreguez
de su aflicción, exclamaba con confianza inquebrantable: “Pues yo
sé que mi Redentor vive, y que en lo venidero ha de levantarse sobre
la tierra; [...] aun desde mi carne he de ver a Dios; a quien yo tengo
de ver por mí mismo, y mis ojos le mirarán; y ya no como a un
extraño”.
Job 19:25-27 (VM)
.
La venida de Cristo que ha de inaugurar el reino de la justicia, ha
inspirado los más sublimes y conmovedores acentos de los escritores
sagrados. Los poetas y profetas de la Biblia hablaron de ella con
ardientes palabras de fuego celestial. El salmista cantó el poder y
la majestad del Rey de Israel: “¡Desde Sión, perfección de la her-
mosura, ha resplandecido Dios! Vendrá nuestro Dios, y no guardará
silencio [...]. Convocará a los altos cielos, y a la tierra, para juzgar a
su pueblo”. “Alégrense los cielos, y gócese la tierra [...] delante de
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