Página 30 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
ocupará aún la tierra?” (
Lucas 13:7
), pero la divina misericordia
la preservó por algún tiempo. Había todavía muchos judíos que
ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los
hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres
habían rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles
y de sus compañeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos
para que pudiesen ver cómo se habían cumplido las profecías, no
únicamente las que se referían al nacimiento y vida del Salvador sino
también las que anunciaban su muerte y su gloriosa resurrección.
Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres;
pero cuando, conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a
sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera
concedida, entonces se hicieron cómplices de las culpas de los padres
y colmaron la medida de su iniquidad.
La longanimidad de Dios hacia Jerusalén no hizo sino confirmar
a los judíos en su terca impenitencia. Por el odio y la crueldad que
manifestaron hacia los discípulos de Jesús rechazaron el último
ofrecimiento de misericordia. Dios les retiró entonces su protección
y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la nación cayó bajo
el dominio del caudillo que ella misma se había elegido. Sus hijos
menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para
subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron. Satanás despertó
las más fieras y degradadas pasiones de sus almas. Los hombres
ya no razonaban, completamente dominados por sus impulsos y
su ira ciega. En su crueldad se volvieron satánicos. Tanto en la
familia como en la nación, en las clases bajas como en las clases
superiores del pueblo, no reinaban más que la sospecha, la envidia,
el odio, el altercado, la rebelión y el asesinato. No había seguridad
en ninguna parte. Los amigos y parientes se hacían traición unos a
otros. Los padres mataban a los hijos y estos a sus padres. Los que
gobernaban al pueblo no tenían poder para gobernarse a sí mismos:
las pasiones más desordenadas los convertían en tiranos. Los judíos
habían aceptado falsos testimonios para condenar al Hijo inocente
de Dios; y ahora las acusaciones más falsas hacían inseguras sus
propias vidas. Con sus hechos habían expresado desde hacía tiempo
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sus deseos: “¡Quitad de delante de nosotros al Santo de Israel!”
(
Isaías 30:11, VM
) y ya dichos deseos se habían cumplido. El temor
de Dios no les preocupaba más; Satanás se encontraba ahora al