Página 303 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Heraldos de una nueva era
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creo y por eso lo digo. Clamemos del fondo de nuestros corazones
a nuestro Salvador, Cristo, con Juan el siervo de Dios: Ven, Señor
Jesús, ven”.
Ibíd., 151, 145
.
“El pensar en la venida del Señor—decía Baxter—es dulce en
extremo para mí y me llena de alegría”. “Es obra de fe y un rasgo
característico de sus santos desear con ansia su advenimiento y vivir
con tan bendita esperanza”. “Si la muerte es el último enemigo
que ha de ser destruido en la resurrección podemos representarnos
con cuánto ardor los creyentes esperarán y orarán por la segunda
venida de Cristo, cuando esta completa y definitiva victoria será
alcanzada”. “Ese es el día que todos los creyentes deberían desear
con ansia por ser el día en que habrá de quedar consumada toda la
obra de su redención, cumplidos todos los deseos y esfuerzos de sus
almas”. “¡Apresura, oh Señor, ese día bendito!” (Richard Baxter,
Works
, tomo 17 pp. 555; 500; 182, 183). Tal fue la esperanza de la
iglesia apostólica, de la “iglesia del desierto”, y de los reformadores.
No solo predecían las profecías cómo ha de producirse la venida
de Cristo y el objeto de ella, sino también las señales que iban a
anunciar a los hombres cuándo se acercaría ese acontecimiento.
Jesús dijo: “Habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas”.
Lucas 21:25
. “El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor;
y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes que están en los cielos
serán conmovidas; y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá
en las nubes con mucha potestad y gloria”.
Marcos 13:24-26
. El
revelador describe así la primera de las señales que iban a preceder
el segundo advenimiento: “Fue hecho un gran terremoto; y el sol
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se puso negro como un saco de cilicio, y la luna se puso toda como
sangre”.
Apocalipsis 6:12
.
Estas señales se vieron antes de principios del siglo XIX. En
cumplimiento de esta profecía, en 1755 se sintió el más espantoso
terremoto que se haya registrado. Aunque generalmente se lo llama
el terremoto de Lisboa, se extendió por la mayor parte de Europa,
África y América. Se sintió en Groenlandia en las Antillas, en la
isla de Madera, en Noruega, en Suecia, en Gran Bretaña e Irlanda.
Abarcó por lo menos diez millones de kilómetros cuadrados. La
conmoción fue casi tan violenta en África como en Europa. Gran
parte de Argel fue destruida; y a corta distancia de Marruecos, un
pueblo de ocho a diez mil habitantes desapareció en el abismo. Una