Página 304 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
ola formidable barrió las costas de España y África, sumergiendo
ciudades y causando inmensa desolación.
Fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su mayor
violencia. Se dice que en Cádiz, la oleada llegó a sesenta pies de
altura. Algunas de las montañas “más importantes de Portugal fueron
sacudidas hasta sus cimientos y algunas de ellas se abrieron en sus
cumbres, que quedaron partidas de un modo asombroso, en tanto
que trozos enormes se desprendieron sobre los valles adyacentes.
Se dice que de esas montañas salieron llamaradas de fuego”. Sir
Charles Lyell,
Principles of Geology, 495
.
En Lisboa “se oyó bajo la tierra un ruido de trueno, e inmediata-
mente después una violenta sacudida derribó la mayor parte de la
ciudad. En unos seis minutos murieron sesenta mil personas. El mar
se retiró primero y dejó seca la barra, luego volvió en una ola que
se elevaba hasta cincuenta pies sobre su nivel ordinario”. “Entre los
sucesos extraordinarios ocurridos en Lisboa durante la catástrofe, se
cuenta la sumersión del nuevo malecón, construído completamente
de mármol y con ingente gasto. Un gran gentío se había reunido allí
en busca de un sitio fuera del alcance del derrumbe general; pero de
pronto el muelle se hundió con todo el gentío que lo llenaba, y ni
uno de los cadáveres salió jamás a la superficie” (
ibíd
.).
“La sacudida” del terremoto “fue seguida instantáneamente del
hundimiento de todas las iglesias y conventos, de casi todos los
grandes edificios públicos y más de la cuarta parte de las casas. Unas
horas después estallaron en diferentes barrios incendios que se pro-
pagaron con tal violencia durante casi tres días que la ciudad quedó
completamente destruida. El terremoto sobrevino en un día de fiesta
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en que las iglesias y conventos estaban llenos de gente, y escaparon
muy pocas personas” (
Encyclopaedia Americana
, art. Lisboa, nota,
ed. 1831). “El terror del pueblo era indescriptible. Nadie lloraba; el
siniestro superaba la capacidad de derramar lágrimas. Todos corrían
de un lado a otro, delirantes de horror y espanto, golpeándose la cara
y el pecho, gritando: ‘
¡Misericordia! ¡Llegó el fin del mundo!
’ Las
madres se olvidaban de sus hijos y corrían de un lado a otro llevando
crucifijos. Desgraciadamente, muchos corrieron a refugiarse en las
iglesias; pero en vano se expuso el sacramento; en vano aquella
pobre gente abrazaba los altares; imágenes, sacerdotes y feligreses