Página 305 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Heraldos de una nueva era
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fueron envueltos en la misma ruina”. Se calcula que noventa mil
personas perdieron la vida en aquel aciago día.
Veinticinco años después apareció la segunda señal mencionada
en la profecía: el oscurecimiento del sol y de la luna. Lo que hacía
esto aun más sorprendente, era la circunstancia de que el tiempo
de su cumplimiento había sido indicado de un modo preciso. En su
conversación con los discípulos en el Monte de los Olivos, después
de describir el largo período de prueba por el que debía pasar la
iglesia, es decir, los mil doscientos sesenta años de la persecución
papal, acerca de los cuales había prometido que la tribulación sería
acortada, el Salvador mencionó en las siguientes palabras ciertos
acontecimientos que debían preceder su venida y fijó además el
tiempo en que se realizaría el primero de estos: “En aquellos días,
después de aquella aflicción, el sol se oscurecerá, y la luna no dará
su resplandor”.
Marcos 13:24
. Los 1.260 días, o años, terminaron
en 1798. La persecución había concluido casi por completo desde
hacía casi un cuarto de siglo. Después de esta persecución, según
las palabras de Cristo, el sol debía oscurecerse. Pues bien, el 19 de
mayo de 1780 se cumplió esta profecía.
“Único o casi único en su especie, por lo misterioso del hasta
ahora inexplicado fenómeno que en él se verificó, [...] fue el día
oscuro del 19 de mayo de 1780, inexplicable oscurecimiento de todo
el cielo visible y atmósfera de Nueva Inglaterra”. R. M. Devens,
Our
First Century, 89
.
Un testigo ocular que vivía en Massachusetts describe el aconte-
cimiento del modo siguiente: “Por la mañana salió el sol despejado,
pero pronto se anubló. Las nubes fueron espesándose y del seno de
la oscuridad que ostentaban brillaron relámpagos, se oyeron truenos
y cayó un leve aguacero. A eso de las nueve, las nubes se atenua-
ron y, revistiendo un tinte cobrizo, demudaron el aspecto del suelo,
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peñas y árboles al punto que no parecían ser de nuestra tierra. A
los pocos minutos, un denso nubarrón negro se extendió por todo
el firmamento dejando tan solo un estrecho borde en el horizonte, y
haciendo tan oscuro el día como suele serlo en verano a las nueve
de la noche [...].
“Temor, zozobra y terror se apoderaron gradualmente de los
ánimos. Desde las puertas de sus casas, las mujeres contemplaban
la lóbrega escena; los hombres volvían de las faenas del campo; el