Página 314 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
advenimiento del Salvador, los primeros en alzar la voz para pro-
clamarle cerca y advertir al pueblo que se preparase para su venida.
Pero en vez de eso, estaban soñando tranquilamente en paz, mientras
el pueblo seguía durmiendo en sus pecados. Jesús vio su iglesia,
semejante a la higuera estéril, cubierta de hojas de presunción y
sin embargo carente de rica fruta. Se observaban con jactancia las
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formas de religión, mientras que faltaba el espíritu de verdadera
humildad, arrepentimiento y fe, o sea lo único que podía hacer acep-
table el servicio ofrecido a Dios. En lugar de los frutos del Espíritu,
lo que se notaba era orgullo, formalismo, vanagloria, egoísmo y
opresión. Era aquella una iglesia apóstata que cerraba los ojos a
las señales de los tiempos. Dios no la había abandonado ni había
dejado de ser fiel para con ella; pero ella se alejó de él y se apartó
de su amor. Como se negara a satisfacer las condiciones, tampoco
las promesas divinas se cumplieron para con ella.
Esto es lo que sucede infaliblemente cuando se dejan de apreciar
y aprovechar la luz y los privilegios que Dios concede. A menos que
la iglesia siga el sendero que le abre la Providencia, y aceptando cada
rayo de luz, cumpla todo deber que le sea revelado, la religión dege-
nerará inevitablemente en mera observancia de formas, y el espíritu
de verdadera piedad desaparecerá. Esta verdad ha sido demostrada
repetidas veces en la historia de la iglesia. Dios requiere de su pue-
blo obras de fe y obediencia que correspondan a las bendiciones y
privilegios que él le concede. La obediencia requiere sacrificios y
entraña una cruz; y por esto fueron tantos los profesos discípulos de
Cristo que se negaron a recibir la luz del cielo, y, como los judíos
de antaño, no conocieron el tiempo de su visitación.
Lucas 19:44
.
A causa de su orgullo e incredulidad, el Señor los dejó a un lado y
reveló su verdad a los que, cual los pastores de Belén y los magos
de oriente, prestaron atención a toda la luz que habían recibido.
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