Página 320 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
El pueblo de Dios no puede recibir el reino antes que se realice
el advenimiento personal de Cristo. El Señor había dicho: “Cuando
el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él,
entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y delante de él serán
juntadas todas las naciones; y apartará a los hombres unos de otros,
como el pastor aparta las ovejas de las cabras: y pondrá las ovejas
a su derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces dirá el Rey a
los que estarán a su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre, poseed
el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo!”
Mateo 25:31-34 (VM)
. Hemos visto por los pasajes que acabamos
de citar que cuando venga el Hijo del hombre, los muertos serán
resucitados incorruptibles, y que los vivos serán mudados. Este gran
cambio los preparará para recibir el reino; pues San Pablo dice:
“La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la
corrupción hereda la incorrupción”.
1 Corintios 15:50 (VM)
. En
su estado presente el hombre es mortal, corruptible; pero el reino
de Dios será incorruptible y sempiterno. Por lo tanto, en su estado
presente el hombre no puede entrar en el reino de Dios. Pero cuando
venga Jesús, concederá la inmortalidad a su pueblo; y luego los
llamará a poseer el reino, del que hasta aquí solo han sido presuntos
herederos.
Estos y otros pasajes bíblicos probaron claramente a Miller que
los acontecimientos que generalmente se esperaba que se verificasen
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antes de la venida de Cristo, tales como el reino universal de la paz
y el establecimiento del reino de Dios en la tierra, debían realizarse
después del segundo advenimiento. Además, todas las señales de
los tiempos y el estado del mundo correspondían a la descripción
profética de los últimos días. Por el solo estudio de las Sagradas
Escrituras, Miller tuvo que llegar a la conclusión de que el período
fijado para la subsistencia de la tierra en su estado actual estaba por
terminar.
“Otra clase de evidencia que afectó vitalmente mi espíritu—dice
él—fue la cronología de las Santas Escrituras [...]. Encontré que los
acontecimientos predichos, que se habían cumplido en lo pasado, se
habían desarrollado muchas veces dentro de los límites de un tiempo
determinado. Los ciento y veinte años hasta el diluvio (
Génesis 6:3
);
los siete días que debían precederlo, con el anunció de cuarenta días
de lluvia (
Génesis 7:4
); los cuatrocientos años de la permanencia