Página 322 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario”
(VM). Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las
Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber
que un día en la profecía simbólica representa un año (
Números
14:34
;
Ezequiel 4:6
); vio que el período de los 2.300 días proféticos,
o años literales, se extendía mucho más allá del fin de la era judaica,
y que por consiguiente no podía referirse al santuario de aquella
economía. Miller aceptaba la creencia general de que durante la era
cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por consiguiente que la
purificación del santuario predicha en (
Daniel 8:14
) representaba
la purificación de la tierra con fuego en el segundo advenimiento
de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si se podía encontrar
el punto de partida de los 2.300 días, sería fácil fijar el tiempo del
segundo advenimiento. Así quedaría revelado el tiempo de aquella
gran consumación, “el tiempo en que concluiría el presente estado de
cosas, con todo su orgullo y poder, su pompa y vanidad, su maldad
y opresión, [...] el tiempo en que la tierra dejaría de ser maldita, en
que la muerte sería destruida y se daría el galardón a los siervos de
Dios, a los profetas y santos, y a todos los que temen su nombre, el
tiempo en que serían destruidos los que destruyen la tierra”.
Bliss,
76
.
Miller siguió escudriñando las profecías con más empeño y
fervor que nunca, dedicando noches y días enteros al estudio de lo
que resultaba entonces de tan inmensa importancia y absorbente
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interés. En el capítulo octavo de Daniel no pudo encontrar guía para
el punto de partida de los 2.300 días. Aunque se le mandó que hiciera
comprender la visión a Daniel, el ángel Gabriel solo le dio a este una
explicación parcial. Cuando el profeta vio las terribles persecuciones
que sobrevendrían a la iglesia, desfallecieron sus fuerzas físicas. No
pudo soportar más, y el ángel le dejó por algún tiempo. Daniel quedó
“sin fuerzas”, y estuvo “enfermo algunos días”. “Estaba asombrado
de la visión—dice—mas no hubo quien la explicase”.
Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: “Haz que
este entienda la visión”. Esa orden debía ser ejecutada. En obedeci-
miento a ella, el ángel, poco tiempo después, volvió hacia Daniel,
diciendo: “Ahora he salido para hacerte sabio de entendimiento”;
“entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la visión”.
Daniel
8:27, 16
;
9:22, 23 (VM)
. Había un punto importante en la visión