Página 340 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

336
El Conflicto de los Siglos
aclarado, de siglo en siglo, a medida que el pueblo de Dios necesitase
la instrucción contenida en ellas.
Escribiendo San Pedro acerca de la salvación dada a conocer
por el evangelio, dice: “Respecto de la cual salvación, buscaron
e inquirieron diligentemente los profetas, que profetizaron de la
gracia que estaba reservada para vosotros: inquiriendo
qué cosa, o
qué manera de tiempo
indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en
ellos, cuando de antemano daba testimonio de los padecimientos que
durarían hasta Cristo, y de las glorias que los seguirían. A quienes
fue revelado que no para
sí mismos
, sino para
nosotros
, ministraban
estas cosas”.
1 Pedro 1:10-12 (VM)
.
No obstante, a pesar de no haber sido dado a los profetas que
comprendiesen enteramente las cosas que les fueron reveladas, pro-
curaron con fervor toda la luz que Dios había tenido a bien manifes-
tar. “Buscaron e inquirieron diligentemente”, “inquiriendo qué cosa
o qué manera de tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en
ellos”. ¡Qué lección para el pueblo de Dios en la era cristiana, para
cuyo beneficio estas profecías fueron dadas a sus siervos! “A quienes
fue revelado que no para sí mismos, sino para nosotros, ministra-
ban estas cosas”. Considerad a esos santos hombres de Dios que
“buscaron e inquirieron diligentemente” tocante a las revelaciones
[345]
que les fueron dadas para generaciones que aún no habían nacido.
Comparad su santo celo con la indiferencia con que los favorecidos
en edades posteriores trataron este don del cielo. ¡Qué censura con-
tra la apatía, amiga de la comodidad y de la mundanalidad, que se
contenta con declarar que no se pueden entender las profecías!
Si bien es cierto que la inteligencia de los hombres no es capaz de
penetrar en los consejos del Eterno, ni de comprender enteramente
el modo en que se cumplen sus designios, el hecho de que le resulten
tan vagos los mensajes del cielo se debe con frecuencia a algún error
o descuido de su parte. A menudo la mente del pueblo—y hasta de
los siervos de Dios—es ofuscada por las opiniones humanas, las
tradiciones y las falsas enseñanzas de los hombres, de suerte que no
alcanzan a comprender más que parcialmente las grandes cosas que
Dios reveló en su Palabra. Así les pasó a los discípulos de Cristo,
cuando el mismo Señor estaba con ellos en persona. Su espíritu
estaba dominado por la creencia popular de que el Mesías sería un
príncipe terrenal, que exaltaría a Israel a la altura de un imperio