Página 341 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Luz a través de las tinieblas
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universal, y no pudieron comprender el significado de sus palabras
cuando les anunció sus padecimientos y su muerte.
El mismo Cristo los envió con el mensaje: “Se ha cumplido el
tiempo, y se ha acercado el reino de Dios: arrepentíos, y creed el
evangelio”.
Marcos 1:15 (VM)
. El mensaje se fundaba en la profecía
del capítulo noveno de Daniel. El ángel había declarado que las se-
senta y nueve semanas alcanzarían “hasta el Mesías Príncipe”, y con
grandes esperanzas y gozo anticipado los discípulos anhelaban que
se estableciera en Jerusalén el reino del Mesías que debía extenderse
por toda la tierra.
Predicaron el mensaje que Cristo les había confiado aun cuando
ellos mismos entendían mal su significado. Aunque su mensaje se
basaba en (
Daniel 9:25
), no notaron que, según el versículo siguiente
del mismo capítulo, el Mesías iba a ser muerto. Desde su más tierna
edad la esperanza de su corazón se había cifrado en la gloria de un
futuro imperio terrenal, y eso les cegaba la inteligencia con respecto
tanto a los datos de la profecía como a las palabras de Cristo.
Cumplieron su deber presentando a la nación judaica el lla-
mamiento misericordioso, y luego, en el momento mismo en que
esperaban ver a su Señor ascender al trono de David, le vieron
aprehendido como un malhechor, azotado, escarnecido y condenado,
y elevado en la cruz del Calvario. ¡Qué desesperación y qué angustia
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no desgarraron los corazones de esos discípulos durante los días en
que su Señor dormía en la tumba!
Cristo había venido al tiempo exacto y en la manera que anuncia-
ra la profecía. La declaración de las Escrituras se había cumplido en
cada detalle de su ministerio. Había predicado el mensaje de salva-
ción, y “su palabra era con autoridad”. Los corazones de sus oyentes
habían atestiguado que el mensaje venía del cielo. La Palabra y el
Espíritu de Dios confirmaban el carácter divino de la misión de su
Hijo.
Los discípulos seguían aferrándose a su amado Maestro con
afecto indisoluble. Y sin embargo sus espíritus estaban envueltos en
la incertidumbre y la duda. En su angustia no recordaron las palabras
de Cristo que aludían a sus padecimientos y a su muerte. Si Jesús
de Nazaret hubiese sido el verdadero Mesías, ¿habríanse visto ellos
sumidos así en el dolor y el desengaño? Tal era la pregunta que les
atormentaba el alma mientras el Salvador descansaba en el sepulcro