Página 346 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
censión, Jesús les llevara hasta cerca de Betania y, levantando sus
manos para bendecirlos, les dijera: “Id por todo el mundo; predicad
el evangelio a toda criatura”, y agregara: “He aquí, yo estoy con vo-
sotros todos los días, hasta el fin del mundo” (
Marcos 16:15
;
Mateo
28:20
); cuando en el día de Pentecostés descendió el Consolador
prometido, y por el poder de lo alto que les fue dado las almas de los
creyentes se estremecieron con el sentimiento de la presencia de su
Señor que ya había ascendido al cielo—, entonces, aunque la senda
que seguían, como la que siguiera su Maestro, fuera la senda del
sacrificio y del martirio, ¿habrían ellos acaso cambiado el ministerio
del evangelio de gracia, con la “corona de justicia” que habían de
recibir a su venida, por la gloria de un trono mundano que había
sido su esperanza en los comienzos de su discipulado? Aquel “que
es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos
pedir, y aun pensar”, les había concedido con la participación en sus
sufrimientos, la comunión de su gozo, el gozo de “llevar muchos
hijos a la gloria”, dicha indecible, “un peso eterno de gloria”, al que,
dice San Pablo, nuestra “ligera aflicción que no dura sino por un
momento”, no es “digna de ser comparada”.
Lo que experimentaron los discípulos que predicaron el “evange-
lio del reino” cuando vino Cristo por primera vez tuvo su contraparte
en lo que experimentaron los que proclamaron el mensaje de su se-
gundo advenimiento. Así como los discípulos fueron predicando:
“Se ha cumplido el tiempo, y se ha acercado el reino de Dios”, así
también Miller y sus asociados proclamaron que estaba a punto de
terminar el período profético más largo y último de que habla la
Biblia, que el juicio era inminente y que el reino eterno iba a ser
establecido. La predicación de los discípulos en cuanto al tiempo
se basaba en las setenta semanas del capítulo noveno de Daniel. El
mensaje proclamado por Miller y sus colaboradores anunciaba la
conclusión de los 2.300 días de
Daniel 8:14
, de los cuales las seten-
ta semanas forman parte. En cada caso la predicación se fundaba
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en el cumplimiento de una parte diferente del mismo gran período
profético.
Como los primeros discípulos, Guillermo Miller y sus colabo-
radores no comprendieron ellos mismos enteramente el alcance del
mensaje que proclamaban. Los errores que existían desde hacía
largo tiempo en la iglesia les impidieron interpretar correctamente