Página 352 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
la investigación, solía prestar profunda atención a las conversaciones
que se oían en casa de su padre mientras que diariamente se reunían
piadosos correligionarios para recordar las esperanzas de su pueblo,
la gloria del Mesías venidero y la restauración de Israel. Un día,
cuando el niño oyó mencionar a Jesús de Nazaret, preguntó quién
era. “Un israelita del mayor talento—le contestaron—; pero como
aseveraba ser el Mesías, el tribunal judío le sentenció a muerte”.
“¿Por qué entonces—siguió preguntando el niño—está Jerusalén
destruida? ¿y por qué estamos cautivos?” “¡Ay, ay!—contestó su
padre—. Es porque los judíos mataron a los profetas”. Inmediata-
mente se le ocurrió al niño que “tal vez Jesús de Nazaret había sido
también profeta, y los judíos le mataron siendo inocente” (
Travels
and Adventures of the Rev. Joseph Wolff
, tomo 1, p. 6). Este senti-
miento era tan vivo, que a pesar de haberle sido prohibido entrar
en iglesias cristianas, a menudo se acercaba a ellas para escuchar la
predicación.
Cuando tenía apenas siete años habló un día con jactancia a
un anciano cristiano vecino suyo del triunfo futuro de Israel y del
advenimiento del Mesías. El anciano le dijo entonces con bondad:
“Querido niño, te voy a decir quién fue el verdadero Mesías: fue
Jesús de Nazaret, [...] a quien tus antepasados crucificaron, como
también habían matado a los antiguos profetas. Anda a casa y lee el
capítulo cincuenta y tres de Isaías, y te convencerás de que Jesucristo
es el Hijo de Dios”.
Ibíd., 1:7
. No tardó el niño en convencerse. Se
fue a casa y leyó el pasaje correspondiente, maravillándose al ver
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cuán perfectamente se había cumplido en Jesús de Nazaret. ¿Serían
verdad las palabras de aquel cristiano? El muchacho pidió a su padre
que le explicara la profecía; pero este lo recibió con tan severo
silencio que nunca más se atrevió a mencionar el asunto. Pero el
incidente ahondó su deseo de saber más de la religión cristiana.
El conocimiento que buscaba le era negado premeditadamente
en su hogar judío; pero cuando tuvo once años dejó la casa de su
padre y salió a recorrer el mundo para educarse por sí mismo y para
escoger su religión y su profesión. Se albergó por algún tiempo
en casa de unos parientes, pero no tardó en ser expulsado como
apóstata, y solo y sin un centavo tuvo que abrirse camino entre
extraños. Fue de pueblo en pueblo, estudiando con diligencia, y
ganándose la vida enseñando hebreo. Debido a la influencia de un