Página 389 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Profecías cumplidas
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Temían que pudiese ser cierta, pero esperaban sin embargo que no lo
fuese, y este era el motivo secreto de su lucha contra los adventistas
y su fe.
La circunstancia de que unos pocos fanáticos se abrieran paso
entre las filas de los adventistas no era mayor razón para declarar
que el movimiento no era de Dios, que lo fue la presencia de faná-
ticos y engañadores en la iglesia en días de San Pablo o de Lutero,
para condenar la obra de ambos. Despierte el pueblo de Dios de su
somnolencia y emprenda seriamente una obra de arrepentimiento y
de reforma; escudriñe las Escrituras para aprender la verdad tal cual
es en Jesús; conságrese por completo a Dios, y no faltarán pruebas
de que Satanás está activo y vigilante. Manifestará su poder por to-
dos los engaños posibles, y llamará en su ayuda a todos los ángeles
caídos de su reino.
No fue la proclamación del segundo advenimiento lo que dio
origen al fanatismo y a la división. Estos aparecieron en el verano de
1844, cuando los adventistas se encontraban en un estado de duda
y perplejidad con respecto a su situación real. La predicación del
mensaje del primer ángel y del “clamor de media noche”, tendía
directamente a reprimir el fanatismo y la disensión. Los que par-
ticipaban en estos solemnes movimientos estaban en armonía; sus
corazones estaban llenos de amor mutuo y de amor hacia Jesús, a
quien esperaban ver pronto. Una sola fe y una sola esperanza ben-
dita los elevaban por encima de cualquier influencia humana, y les
servían de escudo contra los ataques de Satanás.
“Tardándose, pues, el esposo, cabecearon todas, y se durmieron.
Mas a la media noche fue oído el grito: ¡ He aquí que viene el esposo!
¡salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron
y aderezaron sus lámparas”.
Mateo 25:5-7 (VM)
. En el verano de
1844, a mediados de la época comprendida entre el tiempo en que
se había supuesto primero que terminarían los 2.300 días y el otoño
del mismo año, hasta donde descubrieron después que se extendían,
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el mensaje fue proclamado en los términos mismos de la Escritura:
“¡He aquí que viene el Esposo!”
Lo que condujo a este movimiento fue el haberse dado cuenta de
que el decreto de Artajerjes en pro de la restauración de Jerusalén,
el cual formaba el punto de partida del período de los 2.300 días,
empezó a regir en el otoño del año 457 a. C., y no a principios del