Página 400 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
la explicación de ese período hallada en.
Daniel 9:25-27
. Sesenta y
nueve semanas, o los 483 primeros años de los 2.300 años debían
alcanzar hasta el Mesías, el Ungido; y el bautismo de Cristo y su
unción por el Espíritu Santo, en el año 27 de nuestra era, cumplían
exactamente la predicción. En medio de la septuagésima semana,
el Mesías había de ser muerto. Tres años y medio después de su
bautismo, Cristo fue crucificado, en la primavera del año 31. Las
setenta semanas, o 490 años, les tocaban especialmente a los judíos.
Al fin del período, la nación selló su rechazamiento de Cristo con la
persecución de sus discípulos, y los apóstoles se volvieron hacia los
gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado entonces los
490 primeros años de los 2.300, quedaban aún 1.810 años. Contando
desde el año 34, 1.810 años llegan a 1844. “Entonces—había dicho
el ángel—será purificado el santuario”. Era indudable que todas
las anteriores predicciones de la profecía se habían cumplido en el
tiempo señalado.
En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstan-
cia de que en 1844 no se veía acontecimiento alguno que correspon-
diese a la purificación del santuario. Negar que los días terminaban
en esa fecha equivalía a confundir todo el asunto y a abandonar
creencias fundadas en el cumplimiento indudable de las profecías.
Pero Dios había dirigido a su pueblo en el gran movimiento
adventista; su poder y su gloria habían acompañado la obra, y él no
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permitiría que esta terminase en la oscuridad y en un chasco, para
que se la cubriese de oprobio como si fuese una mera excitación
mórbida y producto del fanatismo. No iba a dejar su Palabra en-
vuelta en dudas e incertidumbres. Aunque muchos abandonaron sus
primeros cálculos de los períodos proféticos, y negaron la exactitud
del movimiento basado en ellos, otros no estaban dispuestos a negar
puntos de fe y de experiencia que estaban sostenidos por las Sagra-
das Escrituras y por el testimonio del Espíritu de Dios. Creían haber
adoptado en sus estudios de las profecías sanos principios de inter-
pretación, y que era su deber atenerse firmemente a las verdades ya
adquiridas, y seguir en el mismo camino de la investigación bíblica.
Orando con fervor, volvieron a considerar su situación, y estudiaron
las Santas Escrituras para descubrir su error. Como no encontraran
ninguno en sus cálculos de los períodos proféticos, fueron inducidos
a examinar más de cerca la cuestión del santuario.