Página 407 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El templo de Dios
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sangre no hay remisión. La remisión, o sea el acto de quitar los pe-
cados, es la obra que debe realizarse. ¿Pero como podía relacionarse
el pecado con el santuario del cielo o con el de la tierra? Puede sa-
berse esto estudiando el servicio simbólico, pues los sacerdotes que
oficiaban en la tierra, ministraban “lo que es la mera representación
y sombra de las cosas celestiales”.
Hebreos 8:5 (VM)
.
El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los
sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras que
una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de
expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras
día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del taber-
náculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba
sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la
víctima inocente. Luego se mataba el animal. “Sin derramamiento
de sangre”, dice el apóstol, no hay remisión de pecados. “La vida
de la carne en la sangre está”.
Levítico 17:11
. La ley de Dios que-
brantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba
la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima,
la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, de-
trás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había
transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido
figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. En ciertos
casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía
entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos
de Aarón, diciendo: “Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de
la congregación”.
Levítico 10:17
. Ambas ceremonias simbolizaban
por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario.
Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el
año. Los pecados de Israel eran transferidos así al santuario, y se ha-
cía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que
se hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados.
“Así hará expiación por el santuario, a causa de las inmundicias de
los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus
pecados. Y del mismo modo hará con el tabernáculo de reunión,
que reside con ellos, en medio de sus inmundicias”. Debía hacerse
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también una expiación por el altar: “Lo purificará y lo santificará, a
causa de las inmundicias de los hijos de Israel”.
Levítico 16:16, 19
(VM)
.