Página 444 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
que se atreven a reprobar los pecados de moda. Esta tendencia irá
desarrollándose más y más. Y la Biblia enseña a las claras que se
va acercando el tiempo en que las leyes del estado estarán en tal
contradicción con la ley de Dios, que quien quiera obedecer a todos
los preceptos divinos tendrá que arrostrar censuras y castigos como
un malhechor.
En vista de esto, ¿cuál es el deber del mensajero de la verdad?
¿Llegará tal vez a la conclusión de que no se debe predicar la verdad,
puesto que a menudo no produce otro efecto que el de empujar a los
hombres a burlar o resistir sus exigencias? No; el hecho de que el
testimonio de la Palabra de Dios despierte oposición no le da motivo
para callarlo, como no se lo dio a los reformadores anteriores. La
confesión de fe que hicieron los santos y los mártires fue registrada
para beneficio de las generaciones venideras. Los ejemplos vivos de
santidad y de perseverante integridad llegaron hasta nosotros para
inspirar valor a los que son llamados ahora a actuar como testigos de
Dios. Recibieron gracia y verdad, no para sí solos, sino para que, por
intermedio de ellos, el conocimiento de Dios iluminase la tierra. ¿Ha
dado Dios luz a sus siervos en esta generación? En tal caso deben
dejarla brillar para el mundo.
Antiguamente el Señor declaró a uno que hablaba en su nombre:
“La casa de Israel empero no querrá escucharte a ti, porque no
quieren escucharme a mí”. Sin embargo, dijo: “Les hablarás mis
palabras, ora que oigan, ora que dejen de oír”.
Ezequiel 3:7
;
2:7
(VM)
. Al siervo de Dios en nuestros días se dirige la orden: “¡Eleva
tu voz como trompeta! ¡Declara a mi pueblo su transgresión, a la
casa de Jacob sus pecados!”
En la medida de sus oportunidades, pesa sobre todo aquel que
recibió la verdad la misma solemne y terrible responsabilidad que
pesara sobre el profeta a quien el Señor dijo: “Hijo del hombre, yo
te he puesto por atalaya a la casa de Israel; por tanto, oirás de mi
boca la palabra, y les amonestarás de mi parte. Cuando yo digo al
inicuo: ¡Oh hombre inicuo, ciertamente morirás! si tú no hablas para
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amonestar al inicuo de su camino, él, siendo inicuo, en su iniquidad
morirá; mas su sangre yo la demandaré de tu mano. Pero cuando tú
hubieres amonestado al inicuo de su camino, para que se vuelva de
él, si no se volviere de su camino, por su culpa morirá; mas tú has
librado a tu alma”.
Ezequiel 33:7-9 (VM)
.