Página 443 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Una obra de reforma
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miento adventista, así como sacó a los israelitas de Egipto. Cuando
el gran desengaño, su fe fue probada como lo fue la de los hebreos
cerca del Mar Rojo. Si hubiesen seguido confiando en la mano que
los había guiado y que había estado con ellos hasta entonces, habrían
visto la salvación de Dios. Si todos los que habían trabajado unidos
en la obra de 1844 hubiesen recibido el mensaje del tercer ángel,
y lo hubiesen proclamado en el poder del Espíritu Santo, el Señor
habría actuado poderosamente por los esfuerzos de ellos. Raudales
de luz habrían sido derramados sobre el mundo. Años haría que los
habitantes de la tierra habrían sido avisados, la obra final se habría
consumado, y Cristo habría venido para redimir a su pueblo.
No era voluntad de Dios que Israel peregrinase durante cuarenta
años en el desierto; lo que él quería era conducirlo a la tierra de
Canaán y establecerlo allí como pueblo santo y feliz. Pero “no
pudieron entrar a causa de incredulidad”.
Hebreos 3:19
. Perecieron
en el desierto a causa de su apostasía, y otros fueron suscitados
para entrar en la tierra prometida. Asimismo, no era la voluntad
de Dios que la venida de Cristo se dilatara tanto, y que su pueblo
permaneciese por tantos años en este mundo de pecado e infortunio.
Pero la incredulidad lo separó de Dios. Como se negara a hacer la
obra que le había señalado, otros fueron los llamados para proclamar
el mensaje. Por misericordia para con el mundo, Jesús difiere su
venida para que los pecadores tengan oportunidad de oír el aviso y
de encontrar amparo en él antes que se desate la ira de Dios.
Hogaño como antaño, la predicación de una verdad que reprueba
los pecados y los errores del tiempo, despertará oposición. “Porque
todo aquel que obra el mal, odia la luz, y no viene a la luz, para
que sus obras no sean reprendidas”.
Juan 3:20 (VM)
. Cuando los
hombres ven que no pueden sostener su actitud por las Sagradas
Escrituras, muchos resuelven sostenerla a todo trance, y con espíritu
malévolo atacan el carácter y los motivos de los que defienden las
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verdades que no son populares. Es la misma política que se siguió en
todas las edades. Elías fue acusado de turbar a Israel, Jeremías lo fue
de traidor, y San Pablo de profanador del templo. Desde entonces
hasta ahora, los que quisieron ser leales a la verdad fueron denun-
ciados como sediciosos, herejes o cismáticos. Multitudes que son
demasiado descreídas para aceptar la palabra segura de la profecía,
aceptarán con ilimitada credulidad la acusación dirigida contra los