Página 442 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

438
El Conflicto de los Siglos
dicha iglesia que examinaran cuidadosamente sus esperanzas y sus
deseos por la Palabra de Dios. Les citó profecías que revelaban los
acontecimientos que debían realizarse antes de que Cristo viniese,
y les hizo ver que no tenían razón alguna para esperarle en su pro-
pio tiempo. “No dejéis que nadie os engañe en manera alguna” (
2
Tesalonicenses 2:3, VM
), fueron sus palabras de amonestación. Si
se entregaban a esperanzas no sancionadas por las Sagradas Escri-
turas, se verían inducidos a seguir una conducta errónea; el chasco
los expondría a la mofa de los incrédulos, correrían peligro de ce-
der al desaliento, y estarían tentados a poner en duda las verdades
esenciales para su salvación. La amonestación del apóstol a los te-
salonicenses encierra una importante lección para los que viven en
los últimos días. Muchos de los que esperaban la venida de Cristo
pensaban que no podían ser celosos y diligentes en la obra de prepa-
ración, a menos que cimentaran su fe en una fecha definida para esa
venida del Señor. Pero como sus esperanzas no fueron estimuladas
una y otra vez sino para ser defraudadas, su fe recibió tales golpes
que llegó a ser casi imposible que las grandes verdades de la profecía
hiciesen impresión en ellos.
La mención de una fecha precisa para el juicio, en la proclama-
ción del primer mensaje, fue ordenada por Dios. La computación
de los períodos proféticos en que se basa ese mensaje, que colocan
el término de los 2.300 días en el otoño de 1844, puede subsistir
sin inconveniente. Los repetidos esfuerzos hechos con el objeto de
encontrar nuevas fechas para el principio y fin de los períodos profé-
ticos, y los argumentos para sostener este modo de ver, no solo alejan
de la verdad presente, sino que desacreditan todos los esfuerzos para
explicar las profecías. Cuanto más a menudo se fije fecha para el
segundo advenimiento, y cuanto mayor sea la difusión recibida por
una enseñanza tal, tanto mejor responde a los propósitos de Satanás.
[451]
Una vez transcurrida la fecha, él cubre de ridículo y desprecio a
quienes la anunciaron y echa oprobio contra el gran movimiento
adventista de 1843 y 1844. Los que persisten en este error llegarán al
fin a fijar una fecha demasiado remota para la venida de Cristo. Ello
los arrullará en una falsa seguridad, y muchos solo se desengañarán
cuando sea tarde.
La historia del antiguo Israel es un ejemplo patente de lo que
experimentaron los adventistas. Dios dirigió a su pueblo en el movi-