Página 457 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

La verdadera conversión es esencial
453
hombre puede creerse santo. Cuanto más lejos esté de Cristo y más
yerre acerca del carácter y los pedidos de Dios, más justo se cree.
[466]
La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el
ser: espíritu, cuerpo y alma. San Pablo rogaba por los tesalonicenses,
que su “ser entero, espíritu y alma y cuerpo” fuese “guardado y
presentado irreprensible en el advenimiento de nuestro Señor Je-
sucristo”.
1 Tesalonicenses 5:23 (VM)
. Y vuelve a escribir a los
creyentes: “Os ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios,
que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acep-
to a Dios”.
Romanos 12:1 (VM)
. En tiempos del antiguo Israel,
toda ofrenda que se traía a Dios era cuidadosamente examinada. Si
se descubría un defecto cualquiera en el animal presentado, se lo
rechazaba, pues Dios había mandado que las ofrendas fuesen “sin
mancha”. Así también se pide a los cristianos que presenten sus
cuerpos en “sacrificio vivo, santo, acepto a Dios”. Para ello, todas
sus facultades deben conservarse en la mejor condición posible.
Toda costumbre que tienda a debilitar la fuerza física o mental inca-
pacita al hombre para el servicio de su Creador. ¿Y se complacerá
Dios con menos de lo mejor que podamos ofrecerle? Cristo dijo:
“Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón”. Los que aman a
Dios de todo corazón desearán darle el mejor servicio de su vida y
tratarán siempre de poner todas las facultades de su ser en armonía
con las leyes que aumentarán su aptitud para hacer su voluntad.
No debilitarán ni mancharán la ofrenda que presentan a su Padre
celestial abandonándose a sus apetitos o pasiones.
San Pedro dice: “Os ruego [...] que os abstengáis de las concu-
piscencias carnales, las cuales guerrean contra el alma”.
1 Pedro
2:11 (VM)
. Toda concesión hecha al pecado tiende a entorpecer las
facultades y a destruir el poder de percepción mental y espiritual, de
modo que la Palabra o el Espíritu de Dios ya no puedan impresionar
sino débilmente el corazón. San Pablo escribe a los Corintios: “Lim-
piémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando
la santificación en temor de Dios”.
2 Corintios 7:1
. Y entre los frutos
del Espíritu—“amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre”—, clasifica la “templanza”.
Gálatas 5:22,
23 (VM)
.
A pesar de estas inspiradas declaraciones, ¡cuántos cristianos de
profesión están debilitando sus facultades en la búsqueda de ganan-