Página 478 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
la verdadera naturaleza de su obra. Antes de su completo desarrollo,
el pecado no podía aparecer como el mal que era en realidad. Hasta
entonces no había existido en el universo de Dios, y los seres santos
no tenían idea de su naturaleza y malignidad. No podían ni entrever
las terribles consecuencias que resultarían de poner a un lado la ley
de Dios. Al principio, Satanás había ocultado su obra bajo una astuta
profesión de lealtad para con Dios. Aseveraba que se desvelaba
por honrar a Dios, afianzar su gobierno y asegurar el bien de todos
los habitantes del cielo. Mientras difundía el descontento entre los
ángeles que estaban bajo sus órdenes, aparentaba hacer cuanto le era
posible por que desapareciera ese mismo descontento. Sostenía que
los cambios que reclamaba en el orden y en las leyes del gobierno
de Dios eran necesarios para conservar la armonía en el cielo.
En su actitud para con el pecado, Dios no podía sino obrar con
justicia y verdad. Satanás podía hacer uso de armas de las cuales
Dios no podía valerse: la lisonja y el engaño. Satanás había tratado de
falsificar la Palabra de Dios y había representado de un modo falso su
plan de gobierno ante los ángeles, sosteniendo que Dios no era justo
al imponer leyes y reglas a los habitantes del cielo; que al exigir de
sus criaturas sumisión y obediencia, solo estaba buscando su propia
gloria. Por eso debía ser puesto de manifiesto ante los habitantes
del cielo y ante los de todos los mundos, que el gobierno de Dios
era justo y su ley perfecta. Satanás había dado a entender que él
mismo trataba de promover el bien del universo. Todos debían llegar
a comprender el verdadero carácter del usurpador y el propósito que
le animaba. Había que dejarle tiempo para que se diera a conocer
por sus actos de maldad.
Satanás achacaba a la ley y al gobierno de Dios la discordia que
su propia conducta había introducido en el cielo. Declaraba que todo
el mal provenía de la administración divina. Aseveraba que lo que
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él mismo quería era perfeccionar los estatutos de Jehová. Era pues
necesario que diera a conocer la naturaleza de sus pretensiones y los
resultados de los cambios que él proponía introducir en la ley divina.
Su propia obra debía condenarle. Satanás había declarado desde un
principio que no estaba en rebelión. El universo entero debía ver al
seductor desenmascarado.
Aun cuando quedó resuelto que Satanás no podría permanecer
por más tiempo en el cielo, la Sabiduría Infinita no le destruyó. En