Página 512 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
mismo es el enemigo que tienta al hombre y lo destruye luego si
puede; y cuando se ha adueñado de su víctima se alaba de la ruina
que ha causado. Si ello le fuese permitido prendería a toda la raza
humana en sus redes. Si no fuese por la intervención del poder
divino, ni hijo ni hija de Adán escaparían.
Hoy día Satanás está tratando de vencer a los hombres, como
venció a nuestros primeros padres, debilitando su confianza en el
Creador e induciéndoles a dudar de la sabiduría de su gobierno y
de la justicia de sus leyes. Satanás y sus emisarios representan a
Dios como peor que ellos, para justificar su propia perversidad y su
rebeldía. El gran seductor se esfuerza en atribuir su propia crueldad
a nuestro Padre celestial, a fin de darse por muy perjudicado con su
expulsión del cielo por no haber querido someterse a un soberano
tan injusto. Presenta al mundo la libertad de que gozaría bajo su
dulce cetro, en contraposición con la esclavitud impuesta por los
severos decretos de Jehová. Es así como logra sustraer a las almas
de la sumisión a Dios.
¡Cuán repugnante a todo sentimiento de amor y de misericordia y
hasta a nuestro sentido de justicia es la doctrina según la cual después
de muertos los impíos son atormentados con fuego y azufre en un
infierno que arde eternamente, y por los pecados de una corta vida
terrenal deben sufrir tormentos por tanto tiempo como Dios viva!
Sin embargo, esta doctrina ha sido enseñada muy generalmente y se
encuentra aún incorporada en muchos de los credos de la cristiandad.
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Un sabio teólogo sostuvo: “El espectáculo de los tormentos del
infierno aumentará para siempre la dicha de los santos. Cuando vean
a otros seres de la misma naturaleza que ellos y que nacieron en
las mismas circunstancias, cuando los vean sumidos en semejante
desdicha, mientras que ellos estén en tan diferente situación, sentirán
en mayor grado el goce de su felicidad”. Otro dijo lo siguiente:
“Mientras que la sentencia de reprobación se esté llevando a efecto
por toda la eternidad sobre los desgraciados que sean objeto de la ira,
el humo de sus tormentos subirá eternamente también a la vista de
los que sean objeto de misericordia, y que, en lugar de compadecerse
de aquellos, exclamarán: ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Alabad al Señor!”
¿En qué página de la Palabra de Dios se puede encontrar se-
mejante enseñanza? ¿Los rescatados no sentirán acaso en el cielo
ninguna compasión y ni siquiera un leve asomo de humanidad?