Página 530 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
induce a los hombres a enorgullecerse tanto de su propia sabiduría,
que en el fondo de su corazón desprecian al Dios eterno. Ese ser
poderoso que pudo transportar al Redentor del mundo a un altísimo
monte y poner ante su vista todos los reinos y la gloria de la tierra,
presentará sus tentaciones a los hombres y pervertirá los sentidos de
todos los que no estén protegidos por el poder divino.
Satanás seduce hoy día a los hombres como sedujo a Eva en el
Edén, lisonjeándolos, alentando en ellos el deseo de conocimientos
prohibidos y despertando en ellos la ambición de exaltarse a sí
mismos. Fue alimentando esos males como cayó él mismo, y por
ellos trata de acarrear la ruina de los hombres. “Y seréis como Dios—
dijo él—, conocedores del bien y del mal”.
Génesis 3:5 (VM)
. El
espiritismo enseña “que el hombre es un ser susceptible de adelanto;
que su destino consiste en progresar desde su nacimiento, aun hasta
la eternidad, hacia la divinidad”. Y además que “cada inteligencia se
juzgará a sí misma y no será juzgada por otra”. “El juicio será justo,
porque será el juicio que uno haga de sí mismo [...]. El tribunal está
interiormente en vosotros”. Un maestro espiritista dijo cuando “la
conciencia espiritual” se despertó en él: “Todos mis semejantes eran
semidioses no caídos”. Y otro dice: “Todo ser justo y perfecto es
Cristo”.
Así, en lugar de la justicia y perfección del Dios infinito que es
el verdadero objeto de la adoración; en lugar de la justicia perfecta
de la ley, que es el verdadero modelo de la perfección humana, Sata-
nás ha colocado la naturaleza pecadora del hombre sujeto al error,
como único objeto de adoración, única regla del juicio o modelo del
carácter. Eso no es progreso, sino retroceso.
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Hay una ley de la naturaleza intelectual y espiritual según la cual
modificamos nuestro ser mediante la contemplación. La inteligencia
se adapta gradualmente a los asuntos en que se ocupa. Se asimila
lo que se acostumbra a amar y a reverenciar. Jamás se elevará el
hombre a mayor altura que a la de su ideal de pureza, de bondad o de
verdad. Si se considera a sí mismo como el ideal más sublime, jamás
llegará a cosa más exaltada. Caerá más bien en bajezas siempre
mayores. Solo la gracia de Dios puede elevar al hombre. Si depende
de sus propios recursos, su conducta empeorará inevitablemente.
A los indulgentes consigo mismos, a los amigos del placer, a los
sensuales, el espiritismo se presenta bajo un disfraz menos sutil que