Página 531 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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¿Pueden hablarnos nuestros muertos?
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cuando se presenta a gente más refinada e intelectual. En sus formas
groseras, aquellos encuentran lo que está en armonía con sus incli-
naciones. Satanás estudia todos los indicios de la fragilidad humana,
nota los pecados que cada hombre está inclinado a cometer, y cuida
luego de que no falten ocasiones para que las tendencias hacia el
mal sean satisfechas. Tienta a los hombres para que se excedan en
cosas que son legítimas en sí mismas, a fin de que la intemperancia
debilite sus fuerzas físicas y sus energías mentales y morales. Ha
hecho morir y está haciendo morir miles de personas por la satis-
facción de las pasiones, embruteciendo así la naturaleza humana.
Y para completar su obra, declara por intermedio de los espíritus,
que “el verdadero conocimiento coloca a los hombres por encima
de toda ley”; que “cualquier cosa que sea, es buena”; que “Dios
no condena”; y que “todos los pecados que se cometen se cometen
sin envolver culpabilidad alguna”. Cuando la gente es inducida así
a creer que el deseo es ley suprema, que la libertad es licencia y
que el hombre no es responsable más que ante sí mismo, ¿quién
puede admirarse de que la corrupción y la depravación abunden por
todas partes? Las multitudes aceptan con avidez las enseñanzas que
les dan libertad para obedecer los impulsos carnales. Se da rienda
suelta a la lujuria y el hombre pierde el imperio sobre sí mismo; las
facultades del espíritu y del alma son sometidas a los más bestiales
apetitos, y Satanás prende alegremente en sus redes a millares de
personas que profesan ser discípulos de Cristo.
Pero nadie tiene por qué dejarse alucinar por los asertos engaño-
sos del espiritismo. Dios ha dado a los hombres luz suficiente para
que puedan descubrir la trampa. Como ya lo hemos visto, la teoría
que constituye el fundamento mismo del espiritismo está en plena
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contradicción con las declaraciones más terminantes de las Santas
Escrituras. La Biblia declara que los muertos no saben nada, que
sus pensamientos han perecido; no tienen parte en nada de lo que se
hace bajo el sol; no saben nada de las dichas ni de las penas de los
que les eran más caros en la tierra.
Además, Dios ha prohibido expresamente toda supuesta comu-
nicación con los espíritus de los muertos. En tiempo de los hebreos
había una clase de personas que pretendía, como los espiritistas de
nuestros días, sostener comunicaciones con los muertos. Pero la
Biblia declara que los “espíritus”, como se solía llamar a los visi-