Página 539 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La libertad de conciencia amenazada
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dogmas lo da por santo y bueno; ¿y quién asegura que no volvería
a las andadas siempre que se le presentase la oportunidad? Deró-
guense las medidas restrictivas impuestas en la actualidad por los
gobiernos civiles y déjese a Roma que recupere su antiguo poder y
se verán resucitar en el acto su tiranía y sus persecuciones.
Un conocido autor dice, acerca de la actitud de la jerarquía papal
hacia la libertad de conciencia y acerca de los peligros especiales
que corren los Estados Unidos si tiene éxito la política de dicha
jerarquía:
“Son muchos los que atribuyen al fanatismo o a la puerilidad
todo temor expresado acerca del catolicismo romano en los Estados
Unidos. Los tales no ven en el carácter y actitud del romanismo nada
que sea hostil a nuestras libres instituciones, y no ven tampoco nada
inquietante en el incremento de aquel. Comparemos, pues, primero,
algunos de los principios fundamentales de nuestro gobierno con los
de la Iglesia Católica.
“La Constitución de los Estados Unidos garantiza la libertad de
conciencia. Nada hay más precioso ni de importancia tan fundamen-
tal. El papa Pío IX, en su encíclica del 15 de agosto de 1854, dice:
‘Las doctrinas o extravagancias absurdas y erróneas en favor de la
libertad de conciencia, son unos de los errores más pestilentes: una
de las pestes que más se debe temer en un estado’. El mismo papa,
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en su encíclica del 8 de diciembre de 1864, anatematizó ‘a los que
sostienen la libertad de conciencia y de cultos’ como también ‘a
cuantos aseveran que la iglesia no puede emplear la fuerza’.
“El tono pacífico que Roma emplea en los Estados Unidos no
implica un cambio de sentimientos. Es tolerante cuando es impo-
tente. El obispo O’Connor dice: ‘La libertad religiosa se soporta
tan solo hasta que se pueda practicar lo opuesto sin peligro para el
mundo católico’. [...] El arzobispo de Saint Louis dijo un día: ‘La
herejía y la incredulidad son crímenes; y en los países cristianos
como Italia y España, por ejemplo, donde todo el pueblo es católico
y donde la religión católica es parte esencial de la ley del país, se las
castiga como a los demás crímenes’. [...].
“Todo cardenal, arzobispo y obispo de la Iglesia Católica, presta
un juramento de obediencia al papa, en el cual se encuentran las
siguientes palabras: ‘Me opondré a los herejes, cismáticos y rebeldes
contra nuestro señor (el papa), o sus sucesores y los perseguiré con