Página 544 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

540
El Conflicto de los Siglos
hicieran padecer lo indecible sin poner término a la vida de la vícti-
ma. En muchos casos el proceso infernal se repetía hasta los límites
extremos de la resistencia humana, de manera que la naturaleza que-
daba rendida y la víctima suspiraba por la muerte como por dulce
alivio.
Tal era la suerte de los adversarios de Roma. Para sus adherentes
disponía de la disciplina del azote, del tormento del hambre y de
la sed, y de las mortificaciones corporales más lastimeras que se
puedan imaginar. Para asegurarse el favor del cielo, los penitentes
violaban las leyes de Dios al violar las leyes de la naturaleza. Se
les enseñaba a disolver los lazos que Dios instituyó para bendecir y
amenizar la estada del hombre en la tierra. Los cementerios encierran
millones de víctimas que se pasaron la vida luchando en vano para
dominar los afectos naturales, para refrenar como ofensivos a Dios
todo pensamiento y sentimiento de simpatía hacia sus semejantes.
Si deseamos comprender la resuelta crueldad de Satanás, ma-
nifestada en el curso de los siglos, no entre los que jamás oyeron
hablar de Dios, sino en el corazón mismo de la cristiandad y por toda
su extensión, no tenemos más que echar una mirada en la historia
del romanismo. Por medio de ese gigantesco sistema de engaño,
el príncipe del mal consigue su objeto de deshonrar a Dios y de
hacer al hombre miserable. Y si consideramos lo bien que logra
enmascararse y hacer su obra por medio de los jefes de la iglesia,
nos daremos mejor cuenta del motivo de su antipatía por la Biblia.
Siempre que sea leído este libro, la misericordia y el amor de Dios
saltarán a la vista, y se echará de ver que Dios no impone a los
hombres ninguna de aquellas pesadas cargas. Todo lo que él pide es
un corazón contrito y un espíritu humilde y obediente.
Cristo no dio en su vida ningún ejemplo que autorice a los hom-
bres y mujeres a encerrarse en monasterios so pretexto de prepararse
para el cielo. Jamás enseñó que debían mutilarse los sentimientos de
[558]
amor y simpatía. El corazón del Salvador rebosaba de amor. Cuanto
más se acerca el hombre a la perfección moral, tanto más delica-
da es su sensibilidad, tanto más vivo su sentimiento del pecado y
tanto más profunda su simpatía por los afligidos. El papa dice ser
el vicario de Cristo; ¿pero puede compararse su carácter con el de
nuestro Salvador? ¿Se vio jamás a Cristo condenar hombres a la
cárcel o al tormento porque se negaran a rendirle homenaje como