Página 543 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La libertad de conciencia amenazada
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cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros
de los hombres; pero ellos mismos no quieren moverlas con un
dedo suyo”.
Mateo 23:4 (VM)
. Almas concienzudas quedan presa
constante del terror, temiendo la ira de un Dios ofendido, mientras
muchos de los dignatarios de la iglesia viven en el lujo y los placeres
sensuales.
El culto de las imágenes y reliquias, la invocación de los santos y
la exaltación del papa son artificios de Satanás para alejar de Dios y
de su Hijo el espíritu del pueblo. Para asegurar su ruina, se esfuerza
en distraer su atención del Único que puede asegurarles la salvación.
Dirigirá las almas hacia cualquier objeto que pueda sustituir a Aquel
que dijo: “¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y
yo os daré descanso!”
Mateo 11:28 (VM)
.
Satanás se esfuerza siempre en presentar de un modo falso el
carácter de Dios, la naturaleza del pecado y las verdaderas conse-
cuencias que tendrá la gran controversia. Sus sofismas debilitan el
sentimiento de obligación para con la ley divina y dan a los hombres
libertad para pecar. Al mismo tiempo les hace aceptar falsas ideas
acerca de Dios, de suerte que le miran con temor y odio más bien
que con amor. Atribuye al Creador la crueldad inherente a su propio
carácter, la incorpora en sistemas religiosos y le da expresión en
diversas formas de culto. Sucede así que las inteligencias de los
hombres son cegadas y Satanás se vale de ellos como de sus agentes
para hacer la guerra a Dios. Debido a conceptos erróneos de los atri-
butos de Dios, las naciones paganas fueron inducidas a creer que los
sacrificios humanos eran necesarios para asegurarse el favor divino;
y perpetráronse horrendas crueldades bajo las diversas formas de la
idolatría.
La Iglesia Católica romana, al unir las formas del paganismo con
las del cristianismo, y al presentar el carácter de Dios bajo falsos
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colores, como lo presentaba el paganismo, recurrió a prácticas no
menos crueles, horrorosas y repugnantes. En tiempo de la suprema-
cía romana, había instrumentos de tortura para obligar a los hombres
a aceptar sus doctrinas. Existía la hoguera para los que no querían
hacer concesiones a sus exigencias. Hubo horribles matanzas de tal
magnitud que nunca será conocida hasta que sea manifestada en el
día del juicio. Dignatarios de la iglesia, dirigidos por su maestro
Satanás, se afanaban por idear nuevos refinamientos de tortura que