Página 548 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
cuales el día de fiesta pagano alcanzó su puesto de honor en el mundo
cristiano. La primera medida pública que impuso la observancia del
domingo fue la ley promulgada por Constantino (año 321 d. C.;
véase el Apéndice). Dicho edicto requería que los habitantes de las
ciudades descansaran en “el venerable día del sol”, pero permitía a
los del campo que prosiguiesen sus faenas agrícolas. A pesar de ser
en realidad ley pagana, fue impuesta por el emperador después que
hubo aceptado nominalmente el cristianismo.
Como el mandato real no parecía sustituir de un modo suficiente
la autoridad divina, Eusebio, obispo que buscó el favor de los prín-
cipes y amigo íntimo y adulador especial de Constantino, aseveró
que Cristo había transferido el día de reposo del sábado al domingo.
No se pudo aducir una sola prueba de las Santas Escrituras en favor
de la nueva doctrina. Eusebio mismo reconoce involuntariamente la
falsedad de ella y señala a los verdaderos autores del cambio. “No-
sotros hemos transferido al domingo, día del Señor—dice—todas
las cosas que debían hacerse en el sábado” (Robert Cox,
Sabbath
Laws and Sabbath Duties
, p. 538). Pero por infundado que fuese
el argumento en favor del domingo, sirvió para envalentonar a los
hombres y animarlos a pisotear el sábado del Señor. Todos los que
deseaban ser honrados por el mundo aceptaron el día festivo popular.
Con el afianzamiento del papado fue enalteciéndose más y más
la institución del domingo. Por algún tiempo el pueblo siguió ocu-
pándose en los trabajos agrícolas fuera de las horas de culto, y el
séptimo día, o sábado, siguió siendo considerado como el día de
reposo. Pero lenta y seguramente fue efectuándose el cambio. Se
prohibió a los magistrados que fallaran en lo civil los domingos.
Poco después se dispuso que todos sin distinción de clase social se
abstuviesen del trabajo ordinario, so pena de multa para los señores
y de azotes para los siervos. Más tarde se decretó que los ricos serían
castigados con la pérdida de la mitad de sus bienes y que finalmente,
si se obstinaban en desobedecer, se les hiciese esclavos. Los de las
clases inferiores debían sufrir destierro perpetuo.
Se recurrió también a los milagros. Entre otros casos maravi-
llosos, se refería que un campesino que iba a labrar su campo en
día domingo limpió su arado con un hierro que le penetró en la
mano, y por dos años enteros no lo pudo sacar, “sufriendo con ello
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