Página 549 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La libertad de conciencia amenazada
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mucho dolor y vergüenza” (Francis West,
Historical and Practical
Discourse on the Lords Day
, p. 174).
Más tarde, el papa ordenó que los sacerdotes del campo amo-
nestasen a los que violasen el domingo y los indujeran a venir a
la iglesia para rezar, no fuese que atrajesen alguna gran calamidad
sobre sí mismos y sobre sus vecinos. Un concilio eclesiástico adujo
el argumento tan frecuentemente empleado desde entonces, y hasta
por los protestantes, de que en vista de que algunas personas habían
sido muertas por el rayo mientras trabajaban en día domingo, ese
debía ser el día de reposo. “Es evidente—decían los prelados—cuán
grande era el desagrado de Dios al verlos despreciar ese día”. Luego
se dirigió un llamamiento para que los sacerdotes y ministros, re-
yes y príncipes y todos los fieles “hicieran cuanto les fuera posible
para que ese día fuese repuesto en su honor y para que fuese más
devotamente observado en lo por venir, para honra de la cristiandad”
(Thomas Morer,
Discourse in Six Dialogues on the Name, Notion,
and Observation of the Lords Day
, p. 271).
Como los decretos de los concilios resultaran insuficientes, se
instó a las autoridades civiles a promulgar un edicto que inspirase
terror al pueblo y le obligase a abstenerse de trabajar el domingo.
En un sínodo reunido en Roma, todos los decretos anteriores fueron
confirmados con mayor fuerza y solemnidad, incorporados en la ley
eclesiástica y puestos en vigencia por las autoridades civiles en casi
toda la cristiandad (véase Heylyn,
History of the Sabbath
, parte 2,
cap. 5, sec. 7).
A pesar de esto la falta de autoridad bíblica en favor de la ob-
servancia del domingo no originaba pocas dificultades. El pueblo
ponía en tela de juicio el derecho de sus maestros para echar a un
lado la declaración positiva de Jehová: “El séptimo día sábado es del
Señor tu Dios” a fin de honrar el día del Sol. Se necesitaban otros
expedientes para suplir la falta de testimonios bíblicos. Un celoso
defensor del domingo que visitó a fines del siglo XII las iglesias
de Inglaterra, encontró resistencia por parte de testigos fieles de la
verdad; sus esfuerzos resultaron tan inútiles que abandonó el país
por algún tiempo en busca de medios que le permitiesen apoyar sus
enseñanzas. Cuando regresó, la falta había sido suplida y entonces
tuvo mayor éxito. Había traído consigo un rollo que presentaba como
del mismo Dios, y que contenía el mandamiento que se necesitaba