Página 550 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
para la observancia del domingo, con terribles amenazas para aterrar
a los desobedientes. Se afirmaba que ese precioso documento, fraude
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tan vil como la institución misma que pretendía afianzar, había caído
del cielo y había sido encontrado en Jerusalén sobre el altar de San
Simeón, en el Gólgota. Pero en realidad, de donde procedía era del
palacio pontifical de Roma. La jerarquía papal consideró siempre
como legítimos los fraudes y las adulteraciones que favoreciesen el
poder y la prosperidad de la iglesia.
El rollo prohibía trabajar desde la hora novena (tres de la tarde)
del sábado hasta la salida del sol el lunes; y su autoridad se declaraba
confirmada por muchos milagros. Se decía que personas que habían
trabajado más allá de la hora señalada habían sufrido ataques de
parálisis. Un molinero que intentó moler su trigo vio salir en vez
de harina un chorro de sangre y la rueda del molino se paró a pesar
del buen caudal de agua. Una mujer que había puesto masa en
el horno la encontró cruda al sacarla, no obstante haber estado el
horno muy caliente. Otra que había preparado su masa para cocer
el pan a la hora novena, pero resolvió ponerla a un lado hasta el
lunes, la encontró convertida en panes y cocida por el poder divino.
Un hombre que coció pan después de la novena hora del sábado,
encontró, al partirlo por la mañana siguiente, que salía sangre de él.
Mediante tales invenciones absurdas y supersticiosas fue cómo los
abogados del domingo trataron de hacerlo sagrado. Véase Rogelio
de Hoveden,
Annals 2:528-530
.
Tanto en Escocia como en Inglaterra se logró hacer respetar
mejor el domingo mezclándolo en parte con el sábado antiguo. Pero
variaba el tiempo que se debía guardar como sagrado. Un edicto del
rey de Escocia declaraba que “se debía considerar como santo el
sábado a partir del medio día” y que desde ese momento hasta el
lunes nadie debía ocuparse en trabajos mundanos.
Morer, 290, 291
.
Pero a pesar de todos los esfuerzos hechos para establecer la
santidad del domingo, los mismos papistas confesaban públicamente
la autoridad divina del sábado y el origen humano de la institución
que lo había suplantado. En el siglo XVI un concilio papal ordenó
explícitamente: “Recuerden todos los cristianos que el séptimo día
fue consagrado por Dios y aceptado y observado no solo por los
judíos, sino también por todos los que querían adorar a Dios; no
obstante nosotros los cristianos hemos cambiado el sábado de ellos