Página 585 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El tiempo de angustia
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del mal ha de inspirarlas para que cumplan sus crueles designios, se
asemejará al celo por Dios.
Una vez que el sábado llegue a ser el punto especial de contro-
versia en toda la cristiandad y las autoridades religiosas y civiles
se unan para imponer la observancia del domingo, la negativa per-
sistente, por parte de una pequeña minoría, de ceder a la exigencia
popular, la convertirá en objeto de execración universal. Se deman-
dará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a
una institución de la iglesia y a una ley del estado; pues vale más
que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas
a la confusión y anarquía. Este mismo argumento fue presentado
contra Cristo hace mil ochocientos años por los “príncipes del pue-
blo”. “Nos conviene—dijo el astuto Caifás—que un hombre muera
por el pueblo, y no que toda la nación se pierda”.
Juan 11:50
. Este
argumento parecerá concluyente y finalmente se expedirá contra
todos los que santifiquen el sábado un decreto que los declare me-
recedores de las penas más severas y autorice al pueblo para que,
pasado cierto tiempo, los mate. El romanismo en el Viejo Mundo y
el protestantismo apóstata en la América del Norte actuarán de la
misma manera contra los que honren todos los preceptos divinos.
El pueblo de Dios se verá entonces sumido en las escenas de
aflicción y angustia descritas por el profeta y llamadas el tiempo
de la apretura de Jacob: “Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído
voz de temblor: espanto, y no paz [...], Hanse tornado pálidos todos
los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro
semejante a él: tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será
librado”.
Jeremías 30:5-7
.
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La noche de la aflicción de Jacob, cuando luchó en oración para
ser librado de manos de Esaú (
Génesis 32:24-30
), representa la
prueba por la que pasará el pueblo de Dios en el tiempo de angustia.
Debido al engaño practicado para asegurarse la bendición que su
padre intentaba dar a Esaú, Jacob había huido para salvar su vida,
atemorizado por las amenazas de muerte que profería su hermano.
Después de haber permanecido muchos años en el destierro, se
puso en camino por mandato de Dios para regresar a su país, con
sus mujeres, sus hijos, sus rebaños y sus ganados. Al acercarse
a los términos del país se llenó de terror al tener noticia de que
Esaú se acercaba al frente de una compañía de guerreros, sin duda