Página 600 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
En la hora de peligro y angustia “el ángel de Jehová acampa en
derredor de los que le temen, y los defiende”.
Salmos 34:7
.
El pueblo de Dios espera con ansia las señales de la venida de
su Rey. Y cuando se les pregunta a los centinelas: “¿Qué hay de
la noche?” se oye la respuesta terminante: “¡La mañana viene, y
también la noche!”
Isaías 21:11, 12 (VM)
. La luz dora las nubes que
coronan las cumbres. Pronto su gloria se revelará. El Sol de Justicia
está por salir. Tanto la mañana como la noche van a principiar: la
mañana del día eterno para los justos y la noche perpetua para los
impíos. Mientras el pueblo militante de Dios dirige con empeño sus
oraciones a Dios, el velo que lo separa del mundo invisible parece
estar casi descorrido. Los cielos se encienden con la aurora del
día eterno, y cual melodía de cánticos angélicos llegan a sus oídos
las palabras: “Manteneos firmes en vuestra fidelidad. Ya os llega
ayuda”. Cristo, el vencedor todopoderoso, ofrece a sus cansados
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soldados una corona de gloria inmortal; y su voz se deja oír por las
puertas entornadas: “He aquí que estoy con vosotros. No temáis.
Conozco todas vuestras penas; he cargado con vuestros dolores. No
estáis lidiando contra enemigos desconocidos. He peleado en favor
vuestro, y en mi nombre sois más que vencedores”.
Nuestro amado Salvador nos enviará ayuda en el momento mis-
mo en que la necesitemos. El camino del cielo quedó consagrado por
sus pisadas. Cada espina que hiere nuestros pies hirió también los
suyos. Él cargó antes que nosotros la cruz que cada uno de nosotros
ha de cargar. El Señor permite los conflictos a fin de preparar al
alma para la paz. El tiempo de angustia es una prueba terrible para el
pueblo de Dios; pero es el momento en que todo verdadero creyente
debe mirar hacia arriba a fin de que por la fe pueda ver el arco de la
promesa que le envuelve.
“Cierto, tornarán los redimidos de Jehová, volverán a Sión can-
tando, y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: poseerán gozo y
alegría, y el dolor y el gemido huirán. Yo, yo soy vuestro consolador.
¿Quién eres tú para que tengas temor de! hombre, que es mortal, del
hijo del hombre, que por heno será contado? Y hasta ya olvidado
de Jehová tu Hacedor, [...] y todo el día temiste continuamente del
furor del que aflige, cuando se disponía para destruir: mas ¿en dónde
está el furor del que aflige? El preso se da prisa para ser suelto, por
no morir en la mazmorra, ni que le falte su pan. Empero yo Jehová,