Página 89 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El lucero de la reforma
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divina e infalible y a aceptar con reverencia implícita las enseñanzas
y costumbres establecidas desde hacía mil años; pero de todo esto se
apartó para dar oídos a la santa Palabra de Dios. Esta era la autoridad
que él exigía que el pueblo reconociese. En vez de la iglesia que
hablaba por medio del papa, declaraba él que la única autoridad
verdadera era la voz de Dios escrita en su Palabra; y enseñó que la
Biblia es no solo una revelación perfecta de la voluntad de Dios,
sino que el Espíritu Santo es su único intérprete, y que por el estudio
de sus enseñanzas cada uno debe conocer por sí mismo sus deberes.
Así logró que se fijaran los hombres en la Palabra de Dios y dejaran
a un lado al papa y a la iglesia de Roma.
Wiclef fue uno de los mayores reformadores. Por la amplitud
de su inteligencia, la claridad de su pensamiento, su firmeza para
sostener la verdad y su intrepidez para defenderla, fueron pocos los
que le igualaron entre los que se levantaron tras él. Caracterizaban al
primero de los reformadores su pureza de vida, su actividad incansa-
ble en el estudio y el trabajo, su integridad intachable, su fidelidad en
el ministerio y sus nobles sentimientos, que eran los mismos que se
notaron en Cristo Jesús. Y esto, no obstante la oscuridad intelectual
y la corrupción moral de la época en que vivió.
El carácter de Wiclef es una prueba del poder educador y trans-
formador de las Santas Escrituras. A la Biblia debió él todo lo que
fue. El esfuerzo hecho para comprender las grandes verdades de la
revelación imparte vigor a todas las facultades y las fortalece; en-
sancha el entendimiento, aguza las percepciones y madura el juicio.
El estudio de la Biblia ennoblecerá como ningún otro estudio el pen-
samiento, los sentimientos y las aspiraciones. Da constancia en los
propósitos, paciencia, valor y perseverancia; refina el carácter y san-
tifica el alma. Un estudio serio y reverente de las Santas Escrituras,
al poner la mente de quienes se dedicaran a él en contacto directo
con la mente del Todopoderoso, daría al mundo hombres de intelecto
mayor y más activo, como también de principios más nobles que
los que pueden resultar de la más hábil enseñanza de la filosofía
humana. “La entrada de tus palabras—dice el salmista—alumbra; a
los simples les da inteligencia”.
Salmos 119:130 (VM)
.
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Las doctrinas que enseñó Wiclef siguieron cundiendo por al-
gún tiempo; sus partidarios, conocidos por wiclefistas y lolardos,
no solo recorrían Inglaterra sino que se esparcieron por otras par-